Las dudas de la madre de Cecilia se confirmaron cuando abrieron el ataúd de su hija Rebeca y estaba vacío. Ella siempre había sospechado que le habían robado a su hija pero durante 30 años no se había atrevido a decir nada. Ahora, en vez de hundirse, la tristeza que siente se ha convirtierto en fuerza y ganas de salir adelante para saber realmente que ha pasado. Los Losa-Ocariz eran una familia acomodada, la madre ingresó en la clínica privada Martín Santos en San Sebastián para parir su octavo hijo. Tras un parto lleno de irregularidades, los médicos les dijeron que la niña se había puesto muy enferma y había que trasladarla. Dos días más tarde, la pequeña había fallecido. Los padres de Rebeca nunca consiguieron ver a su hija muerta.