Antonio Barroso, fundador de ANADIR, Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares, sospechó desde pequeño que era adoptado. Todo empezó en el colegio cuando un compañero le dijo que su madre no era su madre. Además, la diferencia de edad entre sus padres y la de los otros niños era evidente, los suyos eran mucho más mayores. A los 13 años se lo preguntó a su madre y ella lo negó. La duda seguía ahí y, a los 18, solicitó su partida de nacimiento en el juzgado. En la partida ponía que era hijo biológico y lo dejó estar. Sin embargo, veinte años más tarde, una llamada de teléfono cambio su vida por completo. El hijo de unos amigos íntimo de sus padres le confirmó que era adoptado, le habían comprado en Zaragoza. Sus padres pagaron por él 150.000 pesetas a una monja. Antonio recuerda cuando iban a 'veranear' a Zaragoza. Durante diez años fueron cada Agosto a pagar las 15.000 pesetas anuales la monja. Para Antonio: “Los niños adoptados que constamos como hijos biológicos está muy claro que había cosas que ocultar”.