Hay que ser honestos, Carlos Sobera no es un neófito en esto los concursos. ¿Quién no recuerda el mítico 50x15? Sobera ponía en la cuerda floja a los concursantes que tenían que responder 15 preguntas para conseguir 50 millones de pesetas. Llantos, risas y mucha mucha emoción. Un cóctel que convirtió a Sobera en el rey de las preguntas.
Sin embargo, a este showman televisivo no hay quien le pare y se ha lanzado a la piscina, de cabeza y sin manguitos, a presentar cada viernes ‘The Wall’. Un muro donde el azar juega un papel muy importante y cuyos concursantes pasan de la euforia a la desesperación en menos que cae un bola.
Hay muchas razones por las que Carlos Sobera es el presentador perfecto para 'The Wall' y aquí van cinco.
1. Su trayectoria profesional
Pongámonos serios. Carlos Sobera es TODO UN PROSESIONAL. No hay pregunta, plató o muro que se le resista. Hemos perdido la cuenta de los concursos que ha presentado… ¿20? ¿30? ¿50? Da igual el número, lo que de verdad importa es que seguirá haciéndolo y en ‘The Wall’ tiene para rato.
2. Su sentido del humor
Es algo muy característico de su personalidad: Bailar, cantar, contar chistes…Sobera es todo un espectáculo ¡y nosotros disfrutamos viéndolo! Amenizar el concurso y a la vez, relajar la tensión, lo hacen perfecto para esos momentos en los que los concursantes, y nosotros desde casa, nos mordemos las uñas de los nervios.
3. Su complicidad con el espectador
A nosotros, que estamos al otro lado de la pantalla y somos meros espectadores de cómo otros se llevan dinero para cumplir sus sueños, también nos gusta sentirnos parte del concurso. Aunque estemos cómodamente en nuestro sofá, se agradece que se nos mime un poco: una mirada cómplice, una sonrisa o unas palabras mirando fijamente a cámara…
4. Sus cejas
Sí, ya entraría a estar catalogado como cliché en el mundo de la televisión, pero ¿cómo no va a estar en el raking? Carlos Sobera y sus cejas, sus cejas y Carlos sobera. Es imposible separarlos.
5. Su voz
Grave, potente y llena de fuerza. Tres características que hace que se nos erice la piel cada vez que le oímos gritar “¡The Wall!, “¡100.000 euros!”, o cualquier otra cosa en realidad