En plena noche y antes de coger el sueño, Elena cogía el farolillo para dirigirse al dios José Antonio Avilés y reclamarle comida bromeando con sus compañeros.
“¡Quermos alcachofas, queremos alcachofas!¡Queremos tus alcachofas! José Antonio, a la hoguera si no nos das las alcachofas”, decía Elena entre risas. “No he parado de soñar con croquetas”, comentaba desesperada por el hambre. “¡Ay, que me cago encima!”, decía Avilés muerto de la risa viendo y escuchando a Elena.
“Aquí no hay alcachofas”, continuaba Avilés mientras los supervivientes iban a por él. “¡Danos las alcachofas o quemamos Cayos Cochinos!”, gritaba Elena.