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Sin tetas no hay paraíso

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Tomás, hasta el cuello

ELENA VILLEGAS 22/10/2008 12:08

El juego ha llevado a Tomás a la ruina; incluso se ha visto obligado a vender su casa. Fina, la madre de Cata, no sabe nada de la situación económica de su novio; se ha ido a vivir con ella, pero cree que el motivo ha sido muy diferente: el amor. Si bien es cierto que Tomás está enamorado de Fina, se vio obligado a precipitar la decisión de convivir con ella a causa de las deudas. Pidió a su novia que se fuera a vivir a su casa y, ante la negativa de Fina de marchase del barrio, él decidió, casi de manera unilateral, quedarse en el piso de ella. Lo que nadie sabía en ese momento es que Tomás ya había puesto su casa a la venta para hacer frente a las deudas y tenía previsto la reacción de su pareja.

El prestamista, que ya había llamado y acudido en alguna ocasión a casa de Fina para presionar a Tomás, se presenta de nuevo allí, esta vez, con la madre de Cata delante. Tomás, que ya había quedado con él, le dijo a ella que se trataba del conductor del camión que iba a transportar sus vestidos. Ya solos, el falso transportista expuso sus exigencias mientras Paula lo escuchaba todo desde su habitación: sólo le prestaría más dinero si participaba en una timba ilegal organizada por Pertur (sabía que era bueno jugando al póquer). Si ganaba, Tomás se llevaría un 40 por cierto y él un 60 por ciento. No existía la posibilidad de perder, pero si lo hacía, a la deuda, que se mantendría intacta, se uniría el 25 por ciento de lo que se dejara en la mesa.

Cuando el transportista se marchó, Paula salió al salón para intentar convencer a Tomás de que no acudiera a la cita. Él le explicó que había tenido problemas con las apuestas hacía unos años y que lo perdió casi todo. Pensaba que ya había superado la adicción al juego; por eso no le había dicho nada a Fina. El motivo de la recaída es que el negocio no va bien. "Es el problema de una empresa pequeña; en cuanto te falla un cliente, todo se descoloca: tienes que alargar las líneas de crédito, las nóminas, las hipotecas... y al final te das cuenta de que no puedes hacer frente a los acreedores". Paula le sugiere que cierre el taller, pero él le comenta que no es tan fácil, que sus empleados llevan años con él, que tienen familias y que, además, debe acabar la colección de Fina, tan importante para ella. Tomás continúa, tajante: "Necesito ir a esa partida si quiero que la colección de Fina salga adelante... y mi vida en general". A Paula esa excusa no le sirve y le hace prometer que no irá; él le dice lo que quiere oir, pero incumple su promesa.

Ya en el Knight Club, la apuesta mínima de la primera partida era de 50 euros y su principal rival la subió a 200; Tomás hizo lo propio y el otro jugador le respondió hasta que alcanzaron la cifra de 400 euros. En esta primera ocasión, ganó Tomás; sin embargo, su suerte cambiaría. Poco a poco, se va desesperando y se enfada con su rival, que no cesa en dirigirle comentarios molestos; Pertur propone entonces un descanso y le recuerda que, en la última partida -la más fuerte-, hay 5.000 euros sobre la mesa y que la apuesta mínima es de 200. Como ya no le queda dinero en el monedero, ante la apuesta de 5.000 euros de su contrincante, él saca lo que le había prestado el acreedor (también una cantidad de 5.000 euros). A continuación, el otro jugador sube a 10.000, por lo que él ofrece el camión con los vestidos diseñados por Fina, de un valor muy superior. En ese momento, llegó Duque e impidió que hiciera la apuesta. Primero intentó convencerle (en las timbas de Pertur, las cartas siempre están marcadas) y, al no conseguirlo, anunció que estaba prohibido apostar lo que no pudiera ponerse sobre la mesa. Después, le echó del club y le advirtió que no quería volver a verlo por allí. ¿Cuál será la salida que buscará Tomás para enfrentarse a quien le había ordenado jugar?