1. 'La Veneno'
En noviembre se cumplirá un año sin ella. 'La Veneno' no se prodigaba ya demasiado en televisión, pero sus apariciones siempre daban para alimentar meses, cuando no años, de memes y frases grandiosas (algunas no reproducibles en una página seria como esta). Uno sabe que echa de menos a una figura que ya no está cuando es imposible pensar en alguien que se parezca mínimamente ella. Y como La Veneno no hay nadie ahora mismo (y por más que nos duela, desde un punto de vista de aceptación social podríamos decir que afortunadamente). Ella convertía ante las cámaras una historia de dolor, lumpen y rechazo en un espectáculo televisivo basado en el yo contra el mundo, el yo soy la mejor, el si no te gusta (y cito textualmente) "cómete una m****a". Después, apagadas, podían pasar muchas cosas que ni acertamos a comprender.
Hubiese estado bien que la vida de 'La Veneno' hubiese sido de otra manera, con más luz y menos sordidez. Pero tal vez ese personaje hecho a sí mismo y a prueba de bombas pasaba indefectiblemente por sufrir ese lado tan duro. Muy pocos personajes ponen de acuerdo a todos los contertulios de 'Sálvame' a la hora de mantener su atención, hacerles reir y conseguir que todos estén verdaderamente interesados en el personaje. Ella era uno de esos personajes. Solo después supimos que en su vida personal había mucho tormento. Pero cuando estaba frente a la cámara, era perfecta.
2. Carmina Ordóñez
Se fue en 2004. Su muerte abrió los informativos. Justo el día anterior la habíamos visto en el saloncito de A tu lado, ese precursor de 'Sálvame' que ya tenía hasta polígrafo y todo. Carmina era una de esas socialites de vieja escuela, desacomplejada y con una seguridad en sí misma (solo ante la cámara, al parecer) a prueba de críticas (por favor, imaginemos cómo sería hoy Carmina con cuenta en Instagram). Ella no necesitaba tener ninguna historia que contar para aparecer en un plató y llenarlo, porque tenía eso que ni se compra ni se vende llamado carisma.
Y tenía eso otro que uno podría llamar "transversalidad" y te coloca automáticamente en la historia de la crónica rosa de España: su nombre aparece, por lo menos, en cuatro o cinco grandes sagas de fama y poder de este país. Un ejemplo práctico: Carmina apareció en su propio biopic, pero también en el de Paquirri, también en el de Isabel Pantoja. Y también comparte sangre con los Dominguín, los Bosé y (¡por todos los santos!) llamaba "tito Orson" al mismísimo Orson Welles.
Sus desencuentros con algunos críticos a su figura (por motivos muy diferentes) como Moncho Borrajo o el peluquero Rupert ya han dejado frases para la historia. Y también para la historia ha quedado su aparición en 'Crónicas Marcianas' afirmando que había sufrido malos tratos a manos de uno de sus exmaridos. La práctica es cuestionable, pero su sentido de la oportunidad fue perfecto: fue una de las primeras en hablar de esto en televisión y cuatro millones de españoles se quedaron en vela esa noche para presenciarlo.
3. Marujita Díaz
Y si la presencia de Carmina Ordóñez siempre tuvo algo de glamour trágico, Marujita Díaz era absolutamente todo lo contrario: alguien que encendía un plató cada vez que aparecía ya fuese riendo como el Pájaro Loco, arrancándose con un tango (qué bien cantaba los tangos, algún día se le reconocerá) o ejecutando la mejor imitación que hemos visto de Sara Montiel en la televisión. Eso sí, ambas tenían algo en común: un flirteo con la España más reaccionaria que nunca se quitaron de encima. Marujita era rica, riquísima, tenía una de las colección de joyas que podrían haber dejado sin aliento a Imelda Marcos, pero sin embargo nunca jugó a eso en la televisión: ella era una bufona autoconsciente y feliz, alguien que se identificaba más con una juerga de taberna que con un baile de palacio.
Trajo a nuestras vidas a Dinio (hoy dedicado al porno) y dejó para la posteridad el mejor eufemismo que ha llegado a estos oídos para referirse al órgano reproductor femenino: el "kiwi". Al periodista de corazón Ángel Antonio Herrera le dio una de las respuestas más locas que han salido en televisión cuando le surigió que encargase una mejor peluca: "Sí, pal coño". Y cuando aparecía peleándose en 'Salsa Rosa' con Sara Montiel, como representantes de un star system patrio que ya no existe y cuyo ocaso daba gloria presenciar, ponían en escena una falsa rivalidad llena de guiños y cariño mutuo que daría para dos o tres temporadas de Feud si alguien decide hacer un día su versión española.
4. Sara Montiel
Marujita era la bufona, hemos dicho, pero Sara Montiel era la diva absoluta. De ella ya se ha escrito tanto que todo lo que se diga cuatro años después de su muerte va a sonar superfluo, pero se podría resumir en que representaba exactamente y sin error alguno lo que el mundo esperaba de una gran musa de la pantalla: el exceso, el amor por los focos, la autoindulgencia con sus propios errores y la puesta en escena de un artificio que funcionaba a a perfección, del primer al último engranaje.
Sara empezaba y acababa en sí misma cuando iba a cualquier plató, parecía estar siempre unos metros sobre el suelo y respondía a los periodistas que intentaban atacarla con la ironía de la que se sabe muy por encima de sus enemigos. Si le preguntaban por Tony Hernández ella rescataba una gran historia sobre cuando le hizo huevos manchegos a Marlon Brando, si le preguntaban por su ruina económica ella recordaba que aparecía en la última foto de James Dean. Era ultramoderna, se refería a sus pechos como sus domingas, presumía de llevarlas al aire tanto en la playa como en las cenas con amigos y un día, visitando el programa del peruano Jaime Bayly, dejó para la posteridad una frase que sería perfecta como epitafio: "Mi madre me dijo: hija, por favor, no seas ni borracha ni puta. Borracha no he sido. Y lo otro... un poquito".
5. Mayka Vergara
Hay dos tipos de grandes periodistas del corazón en el imaginario colectivo y se podría decir que se dividen en las mismas categorías que Sara y Marutija: la gran musa y la gran bufona. Mayka Vergara pudo no ser exactamente la gran musa en vida, pero su muerte repentina la elevó automática a esa categoría. Un programa de 'Salsa Rosa' emitido en diciembre de 2003, apenas unos días tras su muerte, se convirtió en un evento televisivo que ni siquiera 'Sálvame' ha superado: presentador y colaboradores llorando a moco tendido en torno a una silla vacía llena de flores.
Como toda gran figura, Mayka dio para programas y programas después de su muerte, se intentó abrir su caja de pandora (parece que uno no ha sido nadie si no da para que le lluevan las críticas y reproches después de su muerte), su hija Mónica (también periodista) se metió en el juego (luego declaró haberse arrepentido de entrar ahí) y a día de hoy cualquier polémica parece ya cerrada. Pero esperen a que 'Sálvame' la recupere.
6. Carmen Hornillos
El otro tipo de periodista del corazón es la que se sabe de serie Z, pero explota esa condición para saltar desde el banquillo al centro del campo y convertirse en un espectáculo. Carmen Hornillos poseía una ventaja televisiva que a veces puede superar a tener tres carreras, un currículum de décadas o cinco exclusivas en tu haber profesional: era fácilmente imitable. Tenía un corte de pelo muy característico (como una especie de Ana Blanco pasada por el filtro de lo grotesco) y una voz absolutamente personal, desquiciante para algunos pero única y reconocible para otros.
En 'Crónicas marcianas' fue una de las pocas mujeres que aparecían en la mesa de polemistas sin mostrar sus atributos en escotes generosos (el resto de colaboradres que no hacían eso eran, sorpresa, hombres) y tras finalizar el programa consiguió, gracias al zapping y a su chiripitifláutica pronunciación en inglés (aún no sabemos si real o muy sabiamente fingida), que un espacio de una televisión local 'Corazón de milenio' ocupase continuamente espacios en las televisiones generalistas. Su muerte, a la edad de 52 años, no fue solo triste e injusta: también nos dejó una televisión de corazón un poco más aburrida.
Encarna Sánchez
Se fue en 1996 y nunca formó parte del mundo del corazón televisivo en vida (aunque sus tertulias de 'La mesa camilla' con Marujita Díaz o Carmen Jara son para guardar en el archivo sonoro del siglo XX). Sin embargo, su presencia en los programas de sociedad en los años posteriores ha sido tan constante que se ha convertido en una especie de Laura Palmer para la crónica rosa de España: una muerta sobre la que aún orbitan un millón de vivos y otro millón de secretos. Dicen que era tan profesional y tan buena ante el micrófono como desalmada detrás de él. Cualquier biografía que uno lea o vea de ella hace que comprenda que es un personaje hecho a sí mismo tras mil golpes de la vida (su 'Hormigas blancas' es digno de una edición de lujo en Bluray) y si la echamos tanto de menos en televisión es porque cada vez que vuelve a la actualidad (suele ser cada dos o tres años) genera tanto misterio (la moneda de cambio más valiosa en este tipo de programas) que nos moriríamos por hacerle una sola pregunta.
Su aparición (a cargo de Blanca Apilánez) en 'Mi gitana', el controvertido biopic sobre Isabel Pantoja que Telecinco estrenó tras mantener unos años guardado en un cajón, es oro puro y lo mejor de la cinta. Queremos un biopic de ella ya. Que se estrene para 2021, cuando se cumplen 25 años sin ella. Probablemente, en vez de haber terminado los misterios sobre su figura, habrán surgido muchos más.