A Sandra no le importa agacharse para que le retoquen el maquillaje (es altísima y no tenemos sillas), ni le preocupa lo más mínimo mancharse el pantalón sentándose sobre una pila de sacos para una foto (de hecho le encanta la idea). Ha traído dos revistas de decoración con ella por si hay ratos muertos en el ‘shooting’ porque no contaba con que nos acompañase Enrique Ibáñez, el arquitecto que firma el proyecto. Pero estando él, la sesión se convierte en una clase de arquitectura: Sandra quiere saberlo todo sobre la vivienda que está transformando, y entre disparo y disparo le interroga sobre la iluminación, suelos y carpintería que va a usar. “Tendría que hacerle la entrevista yo a él”, bromea. Efectivamente, este mundo LE APASIONA.
Estamos descubriendo una faceta desconocida tuya, así que empecemos por el principio. ¿Cuándo comenzaste a interesarte por el diseño de interiores?
A mí me viene desde pequeña. Una de las pasiones de mi madre es la decoración, y de hecho la casa familiar que tenemos en l'Empordà la diseñaron e hicieron toda ellos, así que lo he vivido en casa. Quizá por eso siempre me gustó recorrer mercadillos en busca de piezas, pero realmente cuando me lancé con ello fue cuando me compré una casa en Madrid hace seis años: la tiré entera y la hice toda yo, y prácticamente el arquitecto estaba sólo para las licencias. Desde entonces siempre he estado creando cosas, pensando soluciones para amigos que te piden consejo…
Por lo que cuentas, le dedicas tiempo y le pones ganas
No le dedico el tiempo que me gustaría. Yo siempre digo que es una vocación frustrada, porque la tele no te deja mucho tiempo y escribir me quita el resto, así que es un hobby. Pero sí, siempre me compro revistas, leo webs, blogs… y en El Rastro ya tengo amigos que me conocen como una de las que siempre pasea.
¿Por qué crees que te gusta tanto, qué es lo que te engancha del interiorismo?
Es muy creativo y a la vez muy terapéutico, porque eso de poder tirar una pared da mucho gusto. Cuando hice obras en mi piso de Barcelona encontré suelo hidráulico del siglo XVIII de casualidad, quitando una tarima flotante. Este tipo de descubrimientos te dan mucho subidón, y luego también es como jugar al tetris, un juego de niños. Yo soy de las que nunca me quedo contenta, y estaría siempre moviendo muebles y paredes. Hay gente a la que ver una casa en obras le estresa muchísimo, pero a mí me encanta, y cuanto más caos haya mejor. Es divertídisimo y desestresa.
Me contaban que no paras de darle al coco ni cuando viajas…
Sí (se ríe). Yo cada vez que viajo a una ciudad nueva miro qué mercadillo tiene, y siempre me llevo algo. Lo más heavy que me pasó fue enamorarme de una máquina de escribir antigua de forma de murciélago y hecha en plata en un mercadillo de DF (México). Regateando la conseguí y me la llevaba como equipaje de mano, pero al pasar los controles me pararon porque lo consideraban un objeto peligroso que no podía ir en cabina. Tenía miedo de que empaquetado se llevase un golpe, así que peleé mucho junto a la gente de la aerolínea hasta que la conseguí colar en cabina. Y en Bali también he descubierto mucho, es un lugar maravilloso para disfrutar de la arquitectura.
¿Y como sería tu casa ideal?
Es difícil, porque soy muy cambiante. Ten en cuenta que desde 1997 he vivido en 17 casas en Madrid, así que soy muy nómada. Ahora me apetece tener una casa en el mar, te diría que mi casa ideal tiene vistas al mar, pero no está en primera línea de playa, para que tenga su intimidad. Sería de una sola planta porque las casas de dos plantas me parecen muy incómodas. Y tendría un jardín muy cuidado, especial, muy zen.
Y en cuanto a decoración, ¿qué te gusta y no te gusta?
No me gusta lo minimal que no es cómodo, esos hogares en los que no te sientes como en casa. Uno de mis sueños es comprarme un pajar y hacerme un loft de dos plantas en medio de la nada, y que entres y sea moderno. Me gusta esa parte mucho más rural, jugar con lo industrial... Podríamos decir que me encanta la mezcla, pero el rococó, los dorados y el cristal menos. Soy más de Bauhaus que de Versalles.
Siendo una persona a la que le apasiona el interiorismo, tu casa estará pensada como tu santuario…
Mi casa es un sitio cuidado pero cómodo. Sí le doy una importancia al espacio, de hecho he tardado tres años en hacer la librería. Soy meticulosa, pero nunca estoy contenta cuando acabo. Y me gusta que las cosas se utilicen, no quiero nada de exposición y así si algo se estropea pues nada, tengo opción a cambiarla (se ríe).
¡Te veo estudiando arquitectura en tus pocos ratos libres!
Es verdad que una de las cosas que pensé fue en ser arquitecta, me hubiera encantado. Ahora... pues a lo mejor algún día me da. De momento sigo investigando.
¿Pero te ves a ti misma en un futuro retirándote de la televisión y dedicándote profesionalmente a esto?
Pues mira, como Ava Gadner, que acabó en Londres y dedicándose al mundo del anticuario. ¿Pues por qué no? Yo sí, yo encantada. Me haría feliz, pero eso sí, sin dejar de escribir.
En tus redes sociales, he comprobado que efectivamente sigues a un buen número de cuentas dedicadas al interiorismo. ¿Eres de las que busca inspiración en redes y te guardas ideas?
Sí, las que me parecen buenas ideas sí que las guardo. Yo aprendo mucho, pero soy una aprendiz. En este país y por ahí fuera hay verdaderos profesionales de los de verdad, pero a mí me gusta guardarme capturas de pantalla para bueno, próximos proyectos.
Cuando menciona lo de ‘nuevos proyectos’, parece que levita un poco. No es extraño: Sandra Barneda es un ‘culo inquieto’ y una mente soñadora que lo mismo presenta que escribe o, ahora lo sé, lee planos. Nos despedimos (y lo dejo aquí por escrito para que cumpla) con una promesa. “Cuando me haga el pajar, te lo enseño”, me ha dicho Sandra. Después de conocerla, apuesto a que tendrá su pajar. Y a que nos lo contará.
Todas las imágenes de la sesión de fotos con Sandra Barneda, ¡aquí!
* Fotografía: Adasat Barroso
* La finca privada en la que se realizó el reportaje es un proyecto de Enrique Ibáñez, arquitecto fundador y director de Urbanmatters