Los acérrimos de ‘Mujeres y Hombres y Viceversa’ recordarán a Patricia Rite por su participación al pretender a Lucas Ablático. Sin embargo, muchos otros la conocen por la gran comunidad que ha creado en las redes sociales. Con 180.000 seguidores en TikTok y 40.000 en Instagram, la andaluza se ha convertido en un ejemplo de lucha tras visibilizar todo lo que hay en el día a día de una persona con cáncer. Con tan solo 26 años, la íntima amiga de Marina Ruiz tuvo que hacer frente a una noticia que cambió su vida por completo: padecía cáncer de piel.
Risueña y positiva, Rite se ha mostrado más sincera que nunca y ha dado una gran lección de fortaleza. Y es que, la andaluza ha narrado, en una entrevista en exclusiva para Outdoor, los duros capítulos a los que ha tenido que hacer frente desde que le diagnosticaron un melanoma en la piel. Además, ha querido mandar un mensaje a las instituciones públicas y a todas aquellas personas que sufren la misma enfermedad.
¿Cómo te encuentras?
Hace unas semanas tuve un notición y estoy muy contenta. Hasta diciembre, que cambié de procedimiento, el cáncer metastásico que padezco no cedía. Este es el cuarto tratamiento de quimioterapia y ha sido, por fin, el que ha funcionado. El hecho de que haya buenos resultados te da esperanza porque las previsiones eran muy malas.
¿Cómo te lo diagnosticaron?
Fue a raíz de un lunar que tenía de nacimiento. Mi madre, que trabaja en el hospital, me decía que no le gustaba y que tenía que quitármelo. Fui a la dermatóloga y me dijo que lo iban a quitar pero que no era nada malo. Sin embargo, cuando lo hicieron se dieron cuenta que no estaba todo tan bien como creíamos.
Mi enfermedad se encontraba en estadio III y, en ese momento, no había tratamiento ni pastillas. Lo que hicieron es abrirme y vaciarme. Al tiempo me hicieron un TAC para ver cómo estaba y salieron unos reflejos en el pulmón. Y, como marca el protocolo, me lo tenían que repetir para ratificar los resultados. Pero todo coincidió con la llegada del COVID y la prueba pasó de ser en febrero a realizarla en agosto. Se ralentizó todo muchísimo. Incluso hay personas que se quedaron en el camino porque no atendían algo que no estuviera relacionado con el coronavirus.
¿Qué sentiste cuándo te comunicaron el resultado de las pruebas?
La primera vez recuerdo que me lo dijeron estando con mi madre. Fuimos juntas al dermatólogo y siempre piensas que puedes tener algo malo pero no un cáncer. Yo lo paso peor por mi madre que por mí. Al final, lo llevo como puedo pero ella no puede controlar nada y soy su hija. Pese a que soy una persona sensible, en cuanto a la enfermedad he optado por una posición más fría. Yo quiero proteger a mi madre. Cuando lloro lo hago sola y en la habitación. No quiero que me vea rota.
¿En algún momento pensaste que por qué te ocurría a ti siendo tan joven?
Por mucho que intentes buscarle razones no las encuentras. En ese momento sí que pensé que con toda la gente que había porque me tenía que pasar a mí. Ahora quiero pensar que me ha tocado porque quizá otra persona no hubiera podido. Yo sigo con mi trabajo y siempre que puedo hago vida normal. Es verdad que no tengo la misma capacidad física, ya que todas las semanas tengo quimioterapia, pero aunque esté más floja intento seguir con mi día a día.
Eso sí, tengo ganas de tener una vida normal. No puedo irme de vacaciones como quisiera porque siempre tengo que ir al médico ya sea para una sesión de quimioterapia, revisiones o alguna otra cosa. Vivo entre mi casa y el hospital.
¿Has llegado a sentir miedo?
Lo primero que pensé es que me iba a morir. La palabra cáncer es sinónimo de muerte aunque no siempre sea así. Hay un gran porcentaje de la población que recae o fallece por la enfermedad pero hay otros muchos que consiguen vencerla. El miedo siempre lo tendré porque aunque lo llegue a superar siempre puede volver en algún momento. Ya ha vuelto dos veces. ¿Por qué no lo hará una tercera o una cuarta? A mí siempre me va a faltar la respiración en cada revisión.
¿Cómo se lo comunicaste a tus seres queridos?
Es una noticia que no sabes cómo comunicar. Cuando le dices a una persona que tienes cáncer, de manera inconsciente provocas pena y compasión. Por desgracia, son adjetivos que se vinculan a la enfermedad. Por eso, intento no decirlo a mucha gente ya que no quiero un trato diferente al que tendría si no padeciera cáncer.
Además, trabajo en un centro de internamiento de menores infractores y no es un sitio para ser blando sino todo lo contrario. Me ha costado mucho que sepan lo que tengo y no me miren con lástima. Al final, es algo que no quiero y creo que ninguna persona que sufre la enfermedad tampoco. Hay que darle normalidad. Al final, el cáncer no entiende de edades, sexos ni razas. Puede tenerlo cualquiera.
¿Ha cambiado tu forma de ver la vida?
Siempre digo que he tenido dos vidas: la de antes del cáncer y la de después. Yo me ahogaba en un vaso de agua y ante cualquier problema recurría a mi madre. Necesitaba mucha atención o que me solucionaran los problemas.
Desde que me lo diagnosticaron si veo que las cosas, por muy graves que sean, las puedo solucionar sola, no digo nada. También he aprendido a dar prioridad a lo que me apetece en cada momento y no hacer las cosas por compromiso. Por ejemplo, mi círculo cercano es mucho más íntimo que antes. Todo esto me ha hecho valorar las cosas que de verdad importan en la vida. Esto me ha enseñado mucho.
¿En qué te apoyas cuándo estás más baja de ánimo?
Hay momentos de bajón y hay que ser consciente de los que tienes. No pasa nada porque un día necesites descansar o estés un poco más débil. Cuando estoy más flojita desconecto un poco de todo: apago el móvil, me tumbo en el sofá, miro la televisión… Sí que es verdad que ahora me grabo cuando estoy mal porque también hay que visibilizar los días malos. Si lloras no pasa nada, ya tendrás fuerza los días siguientes. Además, hay que escuchar al cuerpo. Tendemos a agobiarnos y el cuerpo nos avisa de cuando tenemos que parar.
¿Crees que se invierte suficiente dinero para acabar con el cáncer?
Por suerte, mi madre me ha podido costear, porque tenía unos ahorros, un tratamiento aparte de las quimioterapias que me hago regularmente: la oncotermia. Cuesta 8.000 euros al mes y me lo estoy haciendo en un hospital privado de Granada. Me ha pagado la vida porque esto ha hecho que todo mejore considerablemente.
Da pena que haya tantas opciones y no tengamos todas a nuestro alcance en la sanidad pública. De oncotermia, concretamente, solo hay una máquina y está en Santander. Si saben que la respuesta de los pacientes ante este tratamiento es buena, ¿por qué no invierten más? Aunque sea un equipo en cada comunidad autónoma. Es verdad que cuesta unos 500.000 euros pero estamos hablando de salvar vidas y hay tantas cosas en las que se malgasta el dinero…
Yo siempre he pensado que el cáncer sale rentable a muchas personas (farmacéuticos, hospitales, laboratorios…). Si no existiera el cáncer mucha gente no tendría trabajo y, por ende, se dejarían de tener muchos ingresos. No merece la pena dejar de ganar dinero aunque se pierdan vidas. Y la vida es lo más importante que tiene uno. Y no solo eso. Gracias a Dios yo puedo ir a trabajar pero es lamentable que muchas personas que no tienen fuerza por la enfermedad y los tratamientos no tengan derecho a ninguna paga. Al final, están malviviendo. Es muy triste.
Has creado una gran comunidad en las redes sociales donde das visibilidad al día a día de una persona con cáncer. ¿Cómo surgió esa idea?
Es verdad que yo tenía unos 40.000 seguidores en TikTok (ahora 180.000) y hacía mucho hincapié en la protección solar. Al final, muchos me preguntaban el motivo por el que incidía en este tema y un día decidí hacerlo público. Es un tema con el que ayudas a personas con la misma situación ya que ven que no están solas y que hay más gente que lo vive. Muchas de mis seguidoras comenzaron a preguntarme y escribirme sobre cómo lo están viviendo ellas. Hemos creado una familia en la que sabemos cuándo tenemos las pruebas y nos apoyamos las unas a las otras cuando alguna tiene días más débiles.
¿Hay algún caso que recuerdes con especial cariño?
Conocí a una chica que también padece cáncer, Zineb. Cuando comencé el último tratamiento, ella y yo íbamos a la par. Siempre le ocurría todo una semana antes. Tiempo en el que yo tenía que resetear mi cabeza y ver lo que me iba a pasar: perder el pelo, las pestañas, perder peso…. Me pareció muy bonito porque estuvimos hablando en todo momento. Es una de las personas con las que he podido hacer piña.
¿Qué mensaje mandarías a una persona que le acaban de diagnosticar cáncer?
Que respire, que coja fuerzas y que tire hacía delante. Somos unos campeones, podemos con esto. Hay que disfrutar de la vida porque estamos aquí para siempre. Tenemos una enfermedad pero hay que disfrutar ya que no sabemos si el mes que viene qué pasará.