Violeta Magriñán se derrumba y habla de la frustración que siente meses después de mudarse a su nueva casa de Valencia. La exconcursante de ‘Supervivientes’ debe viajar constantemente por motivos de trabajo, algo que hace que reflexione y se plantee si la decisión de abandonar Madrid y regresar a su tierra fue o no acertada.
Sin apenas dormir, con el nudo en la garganta por haber tenido que separarse una vez más de su hija Gala y con los ojos llenos de lágrimas, la extronista de ‘Mujeres y Hombres y Viceversa’ se sincera y habla de la dura realidad que está viviendo.
La novia de Fabio Colloriccio reconoce estar “hasta el moñete” de tanto viaje. Una situación que ha querido compartir y hacer pública haciendo gala de la sinceridad que tanto la caracteriza. Si hiciese lo contrario “estaría mintiendo, y a mí no me gusta mentir”, explica mientras reconoce pasar más tiempo en el tren que en su propia cama.
A primera hora de la mañana y después de haber dormido apenas “tres horas y media”, Mangriñán se ha dirigido a la estación para coger un nuevo AVE a Madrid. El cansancio y haber tenido que separarse una vez más de su pequeña han acabado haciendo mella en su estado anímico y llevando a la influencer a reflexionar seriamente sobre su reciente mudanza a Villa Favioleta.
“Amo Valencia, amo vivir aquí y amo mi casita, pero veremos hasta cuándo aguanto viviendo en el AVE. En mi cabeza los números quedaron muy bien, pero en semanas como estas de viajar sin parar, más la regla, mi cabeza se replantea si tomó la decisión correcta al mudarse”, reconoce con los ojos llenos de lágrimas.
Aunque no quiere que sus seguidores tomen al pie de la letra sus palabras y tengan en cuenta la sensibilidad que siente en estos momentos, Violeta ha sentido la necesidad de compartir lo que piensa.
Cuando tomó la decisión de comprarse una casa en Valencia aún no se había quedado embarazada ni Gala había llegado a sus vidas. Tampoco “tenía pensado ser madre a corto plazo, por lo que el hecho de viajar continuamente no era algo que me preocupase”.
Pero ahora, “la película ha cambiado” y “cada vez que salgo por la puerta, aunque sea por un buen motivo, mi corazón se queda en casa”.
La joven, que hace apenas unos días fantaseaba con la idea de construirse una nueva vivienda en la capital, no soporta tener que separarse de Gala. Por el momento, dentro de los altibajos emocionales que tiene y de los pensamientos que hacen que en ocasiones se arrepienta de haberse marchado de Madrid, Violeta lleva la situación medianamente bien.
Sin embargo, no puede evitar pensar en el día en el que su hija, que pronto cumplirá su primer año de vida, sea más mayor, “consciente” y tenga la capacidad de decirle ‘mamá, no te vayas’. “Ahí sí que la voy a palmar”, dice abatida.