Carles Mulet se dio a conocer pronto en la Cámara Alta, cuando a los dos meses de ser elegido senador por Compromís en julio de 2015, se presentó en el hemiciclo con una camiseta del conocido personaje de los Simpson Montgomery Burns, para enfrentarse a un debate con el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
Desde entonces, se ha ganado con creces el título del miembro más hiperactivo del Senado al registrar en seis años más de 30.000 iniciativas y preguntas parlamentarias.
La última, ha sido la petición de aclaración que ha realizado al Gobierno sobre el viaje realizado por la reina Letizia a Paraguay a principios de noviembre para visitar algunos de los proyectos en los que trabaja la Cooperación Española en ese país.
El senador de Compromís ha solicitado al Ejecutivo que aclare si para dicho viaje se usaron dos aviones del Ejército del Aire y el coste que dicho desplazamiento ha supuesto para las arcas públicas, además de las personas que habían acompañado a la reina.
Esta no es ni mucho menos la primera iniciativa de Mulet para tratar de obtener información sobre las actividades de los miembros de la monarquía. El pasado mes de diciembre se generó un gran revuelo cuando solicitó la comparecencia de la artista Barbara Rey en la Cámara Alta para que explicara si recibió fondos reservados para no hacer pública su relación con Juan Carlos I.
Una petición que finalmente no ha sido admitida a trámite porque "el contenido es contrario a la regulación en materia de secretos oficiales", según ha respondido el presidente de la Cámara Alta, el socialista Ander Gil.
También fue rechazada en 2017, la pregunta que trasladó al Gobierno sobre el supuesto romance del rey emérito con Corinna Zu-Sayn Wittgenstein y si esta "¿ha recibido o disfrutado de algún tipo de relación contractual, o pago, por la administración general del Estado?".
Por iniciativas como estas, Mulet ha sido duramente criticado y acusado de convertir el Senado en un circo. Sin embargo, el senador valenciano tiene clara su estrategia. "Utilizamos la ironía y el sarcasmo para dar a conocer una situación", ha explicado.
Sin duda, una de las cuestiones que más revuelo levantó se produjo cuando preguntó al Gobierno en abril de 2017 sobre el protocolo que tenía en el caso de que se produjera un apocalipsis zombi. "Algunas de las preguntas pueden parecer absurdas, pero es una crítica a la falta de respeto al control parlamentario, al no dar respuesta a muchas de las cuestiones que se plantean", afirma Carles Mulet.
En esta línea, tras la llegada de los barcos que dieron alojamiento a las fuerzas de seguridad del Estado en Barcelona durante el referéndum del 1 de octubre, preguntó al Ejecutivo si por el uso de una de las embarcaciones, que tenía imágenes de personajes de la Warner, "habían pedido permiso para utilizar su imagen a Piolín, al Pato Lucas o El Coyote". Entre la veintena de cuestiones que registró sobre este tema, Mulet pregunto al Ministerio del Interior “si los policías habían comunicado al Gobierno que habían visto un lindo gatito por los pasillos”.
Lejos de la ironía, Carles Mulet ha presentado numerosos iniciativas relacionadas con su actividad como declarado miembro de movimientos sociales y culturales. Dentro de su frenética labor ha dado voz a minorías, a movimientos ecologistas y a crisis humanitarias.
Como senador de Compromís destaca su defensa de los derechos e intereses de los valencianos. Recientemente ha presentado enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado por valor de 543,2 millones de euros principalmente destinados a la mejora de las infraestructuras en la Comunidad Valenciana y a combatir los efectos del cambio climático en la costa mediterránea.
El senador de Compromís también es miembro de la Asociación Parlamentaria de los Derechos de los Animales y ha trasladado numerosas iniciativas en este sentido como la solicitud de la prohibición de la producción de foie gras en España, por tratarse de un práctica que calificaba de maltrato animal, al torturar a los patos obligándoles a alimentarse forzosamente.
También se preocupó por la colonia de más de 400 animales, en su mayoría gatos, instalados en el Aeropuerto de Barajas, y a los que AENA prohibió que se alimentara por parte de los empleados del aeródromo bajo al amenaza de sanciones.