5:30 horas. Noche cerrada en la playa de Levante de Benidorm (Alicante). Cargado con sombrillas y ocho sillas en la cabeza, Andrés llega al arenal dispuesto para hacerse con un lugar priviegiado en primera línea frente al mar. "Yo madrugo mucho de normal y para estar en el apartamento con el calor me vengo a la playa y cojo un buen sitio para toda la familia", señala este jubilado que lleva 40 años veraneando en Benidorm.
A la misma hora, Juan Manuel y Gregorio, jubilados también, colocan sus sombrillas a unos metros del agua. "Lo llevo haciendo toda la vida. Aquí se está mejor cuando sale el sol con la brisa del mar y además te permite vigilar a los nietos mientras se están bañando", explica Gregorio.
Para entretenerse y disfrutar de la inusual tranquilidad en esta concurrida playa, estos tres hombres montan una peculiar mesa de cartón y juegan a las cartas hasta que llegan sus familias.
Ellos son los primeros, pero con el sol todavía oculto no dejan de llegar decenas de personas que poco a poco van ocupando la primera línea de la playa. "Nosotros venimos y nos quedamos hasta el mediodía, que empieza a apretar el calor, pero hay mucha gente que viene deja las sombrillas y las sillas y se marcha", denuncia Juan Manuel.
Es el caso de Alberto, que tras montar el "chiringuito" se vuelve al apartamento. "Me voy a seguir durmiendo y a desayunar y luego ya volveremos con la familia", explica.
Una práctica prohibida por el Ayuntamiento de Benidorm, pero que es difícil de controlar porque a esas horas los efectivos policiales están ocupados en atender otros asuntos vinculados al movido ocio nocturno de la ciudad de los rascacielos.
A las 10 de la mañana, aquellos que llegan a la playa ya tienen completamente imposible encontrar un hueco ni en primera ni en segunda línea de playa y se tienen que conformar con una posición más modesta y calurosa. "La playa es de todos y no hay derecho a que vengan algunos, dejen sus sombrillas de madrugada y luego vuelvan más tarde", afirma Ángela, que añade que "también están otros que se quedan, pero que baja uno y reserva sitio para toda la familia, y eso tampoco está bien".
Una acusación de la que se defiende Pepa, cuyo marido madruga cada mañana para asegurarse un buen lugar. "A él le gustaría quedarse más tiempo en la cama pero tiene bajar a las siete de la mañana para que tengamos un sitio decente, sino es imposible", asegura.
Aunque los conflictos entre bañistas suelen producirse a partir de mediodía cuando los más rezagados llegan a una playa atestada en la que es difícil encontrar un pequeño espacio. "Se van de fiesta y luego quieren venir a bañarse y tomar el sol y aquí eso no puede ser", explica una turista.
Es el caso de una mujer, que ha intentado colocarse cerca de la orilla del mar, provocando las protestas de los que ocupaban esa zona. "Estamos todavía en julio y la situación está así, en agosto vamos a acabar a tiros", sentencia Ángela mientras disfruta de su privilegiada posición junto al mar.