Testigo en el juicio por violación y asesinato: "eso no se podía destruir, eran pruebas"
A Carmen Moreno, trabajadora del parque de María Luisa en Sevilla, le dijeron que tenía que limpiar una zona concreta cerca del monumento a Becquer. Era la mañana del 24 de febrero de 2016 y acababa de marcharse de allí la policía científica, después de que fuera levantado el cadáver de una mujer. Parecía un suicidio. Y la propia policía pidió a los servicios de limpieza del parque que recogieran la zona.
Carmen, "la del pincho", por la herramienta que utiliza para recoger sin agacharse, la suciedad del suelo, recibió la órden de su capataz. Pero ella, gran aficionada a la serie de investigación forense CSI, cuando vió en el suelo 7 u 8 pañuelos de papel y algún salvaslip manchados de sangre, donde habían encontrado el cuerpo, pensó "Esto no lo voy a tirar, ésto son pruebas". Hoy, delante del tribunal y del acusado de violar y asesinar a la mujer que hallaron en el parque, Sara, de 31 años, carmen ha contado cómo actuó.
Como no llevaba guantes, sacó algunas bolsas de plástico limpias, se envolvió una mano y así, como había visto hacer a los investigadores, metió los pañuelos en otra bolsa que cerro "con un nudo, para que no se contaminaran. Luego lo puse en uns cuba, con otra basura", explica. y allí, metidos en bolsas, aparentemente sin entrar en contacto con otros materiales de los contenedores, permanecieron los pañuelos ensangrentados hasta que la policía volvió para preguntar por algún resto que se hubiera encontrado en el lugar del crimen. Ya tenía el informe forense, que hablaba de lesiones brutales, que descartaban el suicidio.
En aquellos pañuelos que carmen había guardado de una manera poco ortodoxa, pero con sumo cuidado para preservar lo que en ellos había, los investigadores encontraron sangre de la víctima y el ADN de Francisco Morillo, lo que lo situaba en el lugar del crimen. Esa huella genética, y los restos de sangre de la mujer hallados en lu bicilceta del hombre, llevaron a su detención y a sentarlo en el banquillo de los acusados. Pero la defensa se apoya en que no se ha respetado la cadena de custodia de esas pruebas incriminatorias, los pañuelos y la biclicleta y pide que se invalide. En la defensa de Morillo apunta que, incoluso la policía investiga una camista y unos calzoncillos encontrados en la zona del crimen.
Los investigadores de la policía han seguido aportando pruebas en el juicio de la Audiencia de Sevilla. Las halladas en los registros de la casa del acusado, les hacen confirmar que se trata de un misógino, aficionado a prácticas sexuales extremas, a las que somete a su pareja. Uno de los testigos, un hombre, ha dicho que conocía a Morillo de merodear por el parque, de noche, en busca de relaciones homosexuales. Lo prendió con él la noche de la violación, pero, asegura, lo rechazó. Fue, según oos investigadores, antes de que el acusado se encontrara con Sara en un banco del parque de María Luisa. Ella estaba bajo los efectos de un fármaco que le provocó somnolencia.
En la sala también s eha escuchado el testimonio del padre y de la hermana de Sara. Ambos han dicho que no tenía moltivos para buscar la muerte y sí muchos proyectos. El psicólogo que la había tratado lo confirma y añade que resulta poco probable que, como dice el acusado, la víctima buscara una relación sexual con un desconocido en el parque.