Así quiso implicar a su hijo el presunto asesino de Susqueda
A su llegada a la cárcel de Figueras, el presunto asesino de Marc y Paula en el pantano de Susqueda estaba nervioso y lenguaraz. Le habían puesto un preso de confianza según el protocolo, un preso sombra, como se denomina en el argot, para evitar que pudiera hacerse daño. Pero Jordi Magentí, que había estado tres días en comisaría desde su detención, en los registros de su casa y su coche, en la reconstrucción en el lugar de los hechos, sin ducharse y sin apenas fumar un cigarrillo, tenía ganas de hablar.
Llegaba nervioso del juzgado de Santa Coloma de Farnes, donde se había negado a declarar ante el juez y la acusación, pero donde terminó hablando, a pesar del consejo de su defensa, cuando escuchó el relato de los hechos del fiscal y la petición de prisión provisional como presunto autor de dos asesinatos. Se exculpó, pero dijo estar a pie de agua cuando escuchó dos detonaciones.
Según el testimonio del preso, Magentí hablaba sin parar. Le contó que había oído disparos y chillidos como de jabalí. El preso, criado en la zona y con familia cazadora, le dijo que no le mintiera, que la caza de jabalí no era en agosto, cuando ocurrieron los crímenes, sino en noviembre. Que si quería contarle, que le contara la verdad. Y Magentí habló.
Acusó a su hijo. Contó a su compañero de celda que él y su hijo habían ido a regar la plantación de marihuana que tienen en la zona del pantano. Que él bajó hasta la orilla a por unas botellas de agua cuando oyó chillidos y disparos. Que cuando llegó donde estaba el hijo, vio los dos cadáveres. Pero no da detalles del arma utilizada, ni de las heridas que tenían los cadáveres.
El presunto asesino, relata al otro preso, que ayudó a su hijo a esconder los cadáveres porque lo tenía coaccionado por haber matado años antes a su primera esposa, su madre. Explica que como él era buen conocedor de la zona, le enseñó a su hijo el mejor camino para salir de allí, aún llevando una embarcación. El preso cuenta al juez que, según Magentí, recogieron todas las cosas de Marc y de Paula, las víctimas, la tienda de campaña, su coche y envolvieron en plástico y con piedras los cadáveres, para que se hundieran mejor en el pantano.
Magentí intenta culpar a su hijo, pero el seguimiento de los móviles lo situaban muy lejos de Susqueda. Y sí localizaban allí al padre. Cuando Magentí perdió los nervios antes de entrar en la cárcel delante del juez, y reconoció haber escuchado dos detonaciones y chillidos, cuando pescaba a pie de agua en Susqueda, en la zona de la Rierica, se situó directamente, como se supo después por las investigaciones, en el lugar exacto del doble asesinato.