Vuelta a la escuela: "Le he dicho que no más besos; lo de no tocar no lo tiene tan claro"
Ana: "Vengo muy despistada; me he presentado aquí un poco a la aventura"
Lidia: "Ha entrado muy contenta pero al darme la vuelta se ha echado a llorar, no le ha hecho gracia la idea"
Siete educadoras de baja: "Deberíamos llevar mascarillas FFP2 y pantallas de protección"
“¡Hay que pasar por aquí, por el patio!”, dice una educadora de una escuela infantil de Rivas Vaciamadrid que este viernes ha reabierto sus puertas. Faltan unos minutos para las nueve de la mañana. Se encarga de recibir a los alumnos de dos años, que tienen que entrar de uno en uno, por uno de los dos accesos que hay en el centro.
Ana es de las primeras en llegar, de la mano de su hija María. “Vengo muy despistada porque nos han dicho que viniéramos a la hora de siempre y ya no me acordaba si era a las nueve o a las nueve y media. He hecho un reseteo total, así que me he presentado así un poco a la aventura”, cuenta.
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Christelle, es la mamá de Adrián, un pequeño rubio con pelo rizado y grandes ojos azules que muestra una gran sonrisa. “Llevamos estos seis meses haciendo malabares. He tenido que cambiar mi turno. Mi marido trabaja por la mañana mientras yo me ocupo de los niños. Cuando él llega ya me pongo yo a teletrabajar y estoy desde las dos de la tarde hasta las once de la noche”, explica esta francesa. Tiene otro hijo de cinco años que hasta el día 8 no empezará el colegio.
“¿Habéis traído calzado de repuesto?”, pregunta otra educadora a los padres que hacen cola en la acera. No pueden pasar a las aulas como antes hacían habitualmente. “Deben llevar otros zapatos en una bolsa pero pocos lo han hecho. "Asi que aquí estamos, improvisando y desinfectándoles las suelas con un pulverizador. Es lo que establece el protocolo pero tampoco especifica si tienen que dejar luego ese calzado dentro o llevárselo a su casa. Entonces, ¿mañana entran descalzos y se los ponen dentro, se los ponen aquí en la puerta o se los llevan los padres bajo su responsabilidad?. Habrá que ser coherentes. No deberían utilizarlos fuera pero nosotras tampoco podemos garantizar que se cumplan esas normas. Debemos apelar a la responsabilidad individual”, razona esta docente.
Lidia trae en brazos a su hija, que tiene su mismo nombre y se aferra con fuerza a ella. Esperan su turno y se despiden. “Ha entrado muy contenta pensando que yo me iba a quedar aquí a jugar pero en cuanto me he dado la vuelta se ha puesto a llorar. No le ha gustado nada la idea”, bromea esta madre, aunque se queda algo preocupada.
Incertidumbre
Incertidumbre es la palabra que más se repite entre los adultos. Hoy casi todo son madres, hay pocos padres y ningún abuelo. Critican la gestión de la Conserjería de Educación y la falta de informaciones concretas.
“Ayer recibimos un correo electrónico explicando cómo se iba a hacer todo. ¡Ayer sólo!. Supongo que la dirección y los profesores estarían igual que nosotros. Es un desastre, una vergüenza”, se queja con ironía Christelle.
Siempre estaba con tos y mocos, así que ahora no sé cómo les va a afectar
“Seguro, seguro no es. Personalmente creo que esto no va a durar mucho tiempo y que vamos a acabar sin guarde y sin colegio. Pero me preocupa porque mi marido y yo estamos haciendo vida de divorciados: o trabaja él o trabajo yo. No podemos hacer nada juntos y estamos siempre ocupados.Tengo otro hijo de siete años que hoy está en casa de sus tíos. No podemos estar así todo el curso, así que habrá que aprovecharlo el tiempo que dure”, comenta Ana.
Isabel es la mamá de Natalia. Este es su segundo año en la escuela. “El curso pasado empezó a venir pero faltaba algunas semanas porque se ponía malita. Luego cerraron en marzo. Así que yo creo que nunca llegó a adaptarse realmente. Siempre estaba con tos y mocos, así que ahora no sé cómo les va a afectar y hasta dónde se pueden llegar a contagiar. Lo veo muy complicado”, titubea.
Este viernes sólo se han incorporado los alumnos de uno a tres años. Los bebés lo harán el lunes. “El período de adaptación sí va a ser muy diferente. Los padres no pueden acompañar a sus hijos, que van a echar de menos a esa figura de referencia, así de golpe. Va a ser más difícil”, apuntan las educadoras, conscientes de ese problema.
De momento van a pasar casi todo el tiempo en los patios, al aire libre. Las aulas van a estar prácticamente vacías y las ventanas abiertas. Han reorganizado los espacios para que los grupos no se mezclen en ningún momento y han cambiado parte del material para poder desinfectarlo continuamente.
Las medidas
El curso arranca en este centro con siete educadoras de baja: cinco han dado positivo en las pruebas y otras dos están en cuarentena por contacto directo. Se lo han comunicado esta misma mañana. Sólo hay diez trabajadoras para casi un centenar de niños.
“Han dicho que tenemos que utilizar equipos de protección individual pero sólo tenemos unas mascarillas quirúrgicas que nos dieron en junio, no han vuelto a traer más. Deberíamos llevar mascarillas FFP2 y pantallas de protección pero no han distribuido ese material. Yo así no me siento protegida, la verdad. Nadie piensa realmente en lo que es una escuela infantil: se deben tomar muchísimas más medidas higiénicas puesto que los niños son mucho más pequeños, son totalmente dependientes y hay permanente contacto físico. Por otro lado, la falta de personal, docentes y de limpieza. Cada vez que entre uno al baño lo tengo que desinfectar para que pueda pasar otro. No podemos estar con la lejía y el estropajo y atendiendo a los niños", plantean las educadoras.
Lidia es una de las afectadas. En su clase hay 14 niños y su tutora está de baja. Tiene coronavirus aunque es asintomática. Contratarán a una sustituta durante dos semanas. “Recomiendan que les dejemos el mínimo tiempo posible. Yo no puedo venir a las doce, hacer la comida, dársela, recoger la cocina y luego ponerme a dormirla. Ya pierdo más de una hora entre traerla, volver a casa, venir y volver a ir. Es imposible trabajar así. Nosotros lo tenemos claro. Se va a quedar a comer aquí y luego la recogemos”, argumenta su madre.
No podemos estar con la lejía y el estropajo y atendiendo a los niños
Ana apunta: “Los profesores pueden estar hoy bien porque las PCR les han salido negativas pero pueden contagiarse cualquier día. No van a estar continuamente haciéndose las pruebas y esperando los resultados”. Al ser menores de seis años estos alumnos no necesitan las mascarillas. "Es complicado. Yo a mi hija le intento poner la mascarilla y me dice que no. En cambio me dice que me la ponga yo ”, asegura esta mujer entre risas.
Adrián sí que tiene un cubrebocas de tela. “Hoy me ha montado el pollo. Nos ve ponérnoslas a nosotros y ve que su hermano también la lleva así que él quiere la suya. Ya le he dicho que no más besos y que se lave mucho las manos. Lo de no tocar no lo tiene tan claro, es muy pequeño todavía”, dice Christelle.
Lidia mira a largo plazo: “Ahora van a hacer vida prácticamente en el patio pero ¿cuándo llegue el frío o la lluvia?. Tengo otros dos hijos de cinco y siete años. Aquí me dicen que no les puedo traer, que sólo venga un adulto por niño pero el martes ¿qué hago, les dejo ahí mientras tanto, no pueden llegar ni a la puerta?. Si al final vamos a rodar todos juntos”, asiente con la cabeza.
“ Sabían que volvíamos en septiembre. Se han estado ocupando de otras cosas durante el verano. Este momento tenía que llegar y ahora se ponen a pensar y hacerlo todo corriendo", critica Ana. Esta escuela permaneció abierta hasta el 31 de julio. Las directrices de ahora no difieren demasiado de las de entonces.
“Las pruebas de serología nos las hicieron ayer. Estuvimos allí casi toda la mañana. Tenemos a siete compañeras de baja y si fuéramos a un médico de cabecera y le dijésemos que hemos estado estos días con ellas seguramente nos daría la baja y tendríamos que estar confinadas. Pero eso sería insostenible”, argumentan las trabajadoras.
Christelle trabaja en una empresa de marketing francesa. Teletrabaja desde mucho antes de la pandemia y tiene mentalidad de futuro: “Aquí la mentalidad es de calentar la silla en la oficina pero en casa se trabaja el doble. Como empleado tú piensas: voy a trabajar en casa para que no me quiten este privilegio, voy a demostrar que lo puedo hacer bien y te esfuerzas al máximo. Conciliar siempre es difícil pero trabajar con los niños no es factible tanto tiempo. Los jefes no se dan cuenta de esto y la educación debe ser presencial. Los niños quieren volver a su escuela, con sus amigos y a sus juegos y deben hacerlo, es imprescindible para su educación. Habrá que poner un poco por parte de cada uno para que esto sea posible."