Salicorn Valley: la Universidad de Cádiz lanza un vivero de empresas emergentes en una salina tradicional
Salicornia, microalgas o nuevos productos relacionados con la salina son el objetivo del vivero de empresas
La salina, la única de una universidad, es un enorme laboratorio de casi 40 hectáreas
Susana Martínez Liébana estuvo en Silicon Valley. Su empresa emergente, La Salá, trabaja en las aplicaciones alimentarias de una planta típica de las salinas, la salicornia. Susana la investigó para su uso en yogures y eso, tras un premio por la idea, le llevó al mítico valle de los emprendedores en California. Ahora está de vuelta. Su idea es una más de las que acoge el primer vivero de empresas emergentes creado en una salina. Lo ha lanzado la Universidad de Cádiz.
"Cuando volví de Silicon Valley, decidí cambiar mi modelo de negocio", señala esta licenciada en Ciencias del Mar. "Compraba la salicornia, y eso encarecía el producto. Ahora la idea es cultivarla en las salinas y ampliar los productos. Es un proyecto ambicioso, totalmente escalable. Empezar a vender aquí, pero avanzar e ir ampliando".
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La salina en la que desarrolla su proyecto es un enorme laboratorio. Ni más ni menos que 39 hectáreas, dedicadas a conocer lo último sobre una de las primeras materias usadas por el hombre. La única roca de la que nos alimentamos, uno de los primeros productos con los que comerció la humanidad. Su uso es miles de años anterior a nuestra era. Y, sin embargo, aún hay mucho que investigar sobre la sal.
"Por un lado damos servicio a cualquier investigador que quiera venir aquí y desarrollar su investigación", explica Alejandro Pérez Hurtado, del Servicio Central de Investigación en Salinas de la Universidad de Cádiz "Por otro, con este vivero de empresas emergentes queremos revitalizar el emprendimiento, la economía, no sólo con la sal, sino de todos los productos asociados".
La Esperanza, que así se llamó siempre esta salina de la bahía de Cádiz, es la única salina universitaria de España. En ella, la Universidad de Cádiz alberga proyectos para investigar la biodiversidad en la zona, la utilización de los esteros para hacer crecer macroalgas, o la interacción entre acuicultura y especies vegetales. Quién le iba a decir a Demetrio, salinero como lo fueron sus padres, y sus abuelos, que iba a acabar trabajando para la Universidad.
"Que la universidad iba a estar con nosotros aquí, con los salineros, nunca lo hubiera pensado", dice Demetrio Berenguer. "Que se interesasen por nuestro oficio, y por las salinas, ni se me había pasado por la imaginación".
"Que la universidad iba a estar con nosotros aquí, con los salineros, nunca lo hubiera pensado"
Un oficio que se extingue, ayudando a nacer otros oficios, otras empresas, alrededor de la sal. Demetrio, que nunca fue a la universidad, enseña ahora a los jóvenes emprendedores cómo comportarse en la salina.
"Vienen con mucho interés", cuenta. "Y el que viene interesado en el tema, y con voluntad, se queda con todo lo que se le dice, y aprende enseguida".
Y en ello están gente como Antonio Piedad. Su idea es recolectar flor de sal, esa fina capa que se posa sobre la salina en los días sin viento. Un producto de alto valor gastronómico, con una demanda creciente.
"Lo que quiero hacer es aprender a sacar sal y crear una pequeña empresa", argumenta Antonio. "Por el momento sólo recogerla, envasarla y venderla a empresas que se encarguen de la presentación y la comercialización".
"Lo que quiero hacer es aprender a sacar sal y crear una pequeña empresa"
"Sal, salicornia, microalgas, un montón de productos asociados que tienen un valor económico", detalla el director del proyecto. "Queremos crear un ciclo que permita recuperar la cultura artesanal, recuperar la biodiversidad de la zona, y recuperar la economía".
Proyectos del siglo XXI para un producto que se trabaja aquí desde hace más de cuatro mil años. Lanzarlos sólo requiere exponer la idea a la Universidad de Cádiz. Por un pequeño canón, ayudan al nacimiento de estas empresas. Eso sí, si una de estas empresas emergentes triunfa, deberá retornar a la universidad un diez por ciento de sus ingresos para mantener el proyecto.