Muchos padres viven con vergüenza y frustración enfrentarse a un hijo violento. Señalan a la sociedad como responsable y no les falta cierta parte de razón. Especialistas como el psicólogo Javier Urra refuerzan esta idea porque ahora “los hijos no piden, exigen”.
Su análisis apunta también a una “crisis de autoridad” de padres y maestros que se ve reforzado por la irrupción de Internet y las redes sociales, espacios en los que los hijos ven reforzadas y apoyadas sus actitudes.
Esta idea de que la relación entre padres e hijos no puedes ser “democrática” también la comparte la psicóloga Dara Espinaco. Para esta especialista, “la autoridad tienen que ejercerla los padres ya que ellos son los responsables” y reclama que quede clara la jerarquía entre unos y otros para que se dé un traspaso ordenado de responsabilidades desde los padres a los hijos cuando estos demuestren capacidad para asumirlas con madurez.
Los dos también coinciden en que el acoso escolar también influye en estos comportamientos violentos. Según Urra que preside la institución ‘Recurra Ginso, “un 40 por ciento de los jóvenes que tratamos ha sufrido acoso escolar pasando de víctimas a acosadores”. Su análisis es compartido por la Dr. Espinaco que cree que algunos de estos jóvenes agresores “imitan” a los abusadores y trasladan a su entorno estos comportamientos agresivos pagando su frustración con padres o hermanos.
Eso explicaría que esta sea una violencia que no distingue entre ricos o pobres o entre familias numerosas o con un solo hijo. Tampoco hay clara una separación por sexos. Lo que sí está claro es que ellos recurren más a la violencia física y ellas son más hábiles en el maltrato psicológico.
En cualquier caso, los padres viven con vergüenza y frustración estas agresiones que alteran la convivencia familiar.
En ‘Recurra Ginso’ tratan de superar este estigma que en muchos casos tiene un problema añadido, la violencia la protagonizan hijos adoptados. Según Urra, en su institución logran solucionar estos conflictos en un 70 por ciento de los casos pero se les resisten aquellas familias en los que hay un hijo adoptado proveniente de los países de Europa del Este. El denominado 'síndrome de alcoholismo fetal' o el paso por instituciones de acogida deshumanizadas explicarían esta diferencia.
Para la Dr. Espinaco con amplia experiencia en el tratamiento de estas conductas violentas, muchos padres “son incapaces de mantener un ‘no”, algo que les lleva a considerar que han “fracasado como padre o como madre” y a enfrentarse al dilema de “denunciar a la persona que debería proteger".