La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Sevilla ha condenado a 19 años de prisión a un hombre por violar, maltratar y humillar a su mujer durante años, y encerrarla en la habitación que compartían con un cerrojo por fuera y sin picaporte o meter su cabeza en el agua de la bañera y en el váter, y a la prohibición de aproximarse a menos de 300 metros de esta mujer durante 27 años y al pago de una indemnización de 35.000 euros.
Según reza en la sentencia, a la que ha tenido acceso Europa Press, desde un principio la convivencia de la pareja, que contrajo matrimonio en 2016, "se vio marcada por la extrema dependencia emocional de la mujer" hacia el condenado por su "comportamiento celoso, despectivo, controlador y progresivamente violento".
En ese contexto, el juez considera que "la primera agresión física tuvo lugar en noviembre de 2014, cuando el hombre, al retrasarse ella en una plazoleta hablando con unas vecinas y "molesto por esa inocente
expansión de su pareja, la tiró al suelo en el dormitorio conyugal, sacó de debajo de la cama el tablero de una mesa desmontada y la golpeó con él en la espalda mientras la insultaba", aunque no consta que esta agresión produjera lesiones necesitadas de asistencia facultativa.
A partir de ese primer incidente violento, "su comportamiento abusivo se agravó en una espiral solo interrumpida por breves fases de arrepentimiento, reconciliación o simple tranquilidad, que hacían que la alienada mujer se sintiera feliz mientras duraban y concibiera en cada una de esas ocasiones la falsa esperanza de que fuera el comienzo de un cambio permanente de la conducta del condenado, lo que estaba muy lejos de suceder".
Por el contrario, este hombre "intensificó su actitud de control y aislamiento familiar y social" de su mujer, "dificultando que se viera con sus amigas, a las que tildaba de ninfómanas, y que visitara a su familia de origen, llegando a golpearla cuando ella se lo pedía".
De hecho, esas visitas fueron "haciéndose cada vez más espaciadas y breves", a lo que añade que cuando ella "hablaba por su teléfono móvil con su madre o su hermana, él la obligaba a que lo hiciera conectando el altavoz para enterarse de la conversación".
En la misma línea de conducta, "con ocasión de nimios incidentes o banales discusiones, este sumergía su cabeza en el agua de la bañera --lo que hizo al menos en cuatro ocasiones entre 2015 y 2016-- o le apretaba una almohada contra la cara, provocando de ambas formas una sensación de asfixia a su mujer, que llegaba a sentir el temor de que realmente fuera a poner fin así a su vida".
En varias ocasiones, considera probado el juez, entre 2016 y 2018, este hombre "humillaba a su pareja haciéndola dormir en el suelo, desnuda y sin ropa de abrigo, tanto en verano como en invierno" y ya entre marzo y mayo de 2018 "la arrastró en varias ocasiones sobre los orines y las heces de los dos perros que tenía la pareja, diciéndole también que ella era un perro más".
En ese marco de "permanente humillación, sojuzgamiento y temor, no faltaban los golpes" y hubo varios episodios. Además, en su afán de tenerla "controlada" en todo momento, este hombre instaló en las tres viviendas que fueron domicilio sucesivo un cerrojo en la parte exterior de la puerta de los respectivos dormitorios principales, con cerradura de la que solo él tenía la llave y sin que hubiera picaporte, "de modo que cuando le venía en gana la dejaba encerrada en el interior del cuarto y echaba la llave mientras él se ausentaba de la vivienda durante horas, abriendo la puerta a su regreso". Al respecto, ella ponía como excusa que "era una precaución frente a posibles robos".
Además, en el curso de su convivencia el condenado mantuvo en numerosas ocasiones relaciones sexuales con ella "contra la voluntad de esta y por la fuerza, sin que su pareja, en el estado de temor y subordinación en que vivía, acertara a oponer una resistencia mínimamente eficaz".
Un primer episodio de este tipo tuvo lugar el 19 de octubre de 2015, fecha en que esta celebraba su vigésimo cuarto cumpleaños y cuando ambos volvían en automóvil a su domicilio en Dos Hermanas, éste "le manifestó su deseo de mantener relaciones sexuales en el coche y como le dijo que prefería llegar a casa, éste reaccionó golpeándola y despojándola de la ropa, obligándola a bajarse del automóvil y abandonándola en ropa interior en un descampado". A los diez minutos la recogió y una vez en la vivienda sí la violó, asegura el juez en la sentencia.
A partir de entonces se sucedieron los episodios de actos sexuales forzados y, en ocasiones, "esos coitos violentos tenían lugar en el cuarto de baño de la vivienda donde, tras consumarlos, le introducía la cabeza en la taza del inodoro y accionaba la cisterna", amenazándola con matarla si se resistía o gritaba y a su familia.
A de principios de 2018 esta mujer comenzó a tomar conciencia de "lo insostenible de su situación y a presentar una tímida oposición a los deseos y acciones" pero él la amenazó con matar a su familia.
El último episodio se produjo en junio de 2018, cuando ambos se encontraban en el domicilio conyugal, en compañía de dos amigos, que declararon en el juicio, siendo el varón adulto su actual pareja y padre de su hijo, y se produjo una discusión porque a él le había molestado que su mujer hubiera mantenido una conversación reservada con su amiga, motivo por el que "el acusado la agarró por el cuello e hizo fuerza hacia arriba, obligándola a empinarse hasta casi perder el contacto con el suelo".
Ese mismo día, horas después y en apariencia superado el incidente anterior, cuando los cuatro se dirigían en coche a cenar a una hamburguesería, tras recoger a un tercer amigo del matrimonio, el condenado "empezó a exigir a la mujer que se deshiciera de sus acompañantes, insultándola".
Los amigos decidieron aquella noche quedarse a dormir con ella y al día siguiente, y en su presencia, el matrimonio inició en el jardín de
la vivienda una nueva discusión, momento en el que el hombre "cogió por el cuello a la mujer, la metió en la casa y cerró la puerta, yéndose al cuarto de baño donde la violó".
Tras ello, la mujer salió "en estado de intensa conmoción y con el cabello empapado" y pidió a sus amigos que se fueran con ella amenazando en el trayecto "estrellarse con el coche". En ese momento, la convencieron de "la necesidad de contar lo sucedido a sus padres" y puso fin a su relación con este hombre. Desde entonces, la mujer empezó a recibir asistencia psicológica y, solo dos meses después, el 23 de agosto de 2018, denunció los hechos a la Policía.
Por su parte, la defensa va a recurrir la sentencia al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) al considerar que se han producido errores en la valoración de la prueba.