La cifra de fallecidos por coronavirus es inasumible. Cientos de personas, con nombres y apellidos, pierden la vida cada día por la pandemia . Son historias vitales truncadas para siempre. Familias rotas, desmembradas.
“Mi padre se llamaba Francisco Mármol y falleció de una neumonía bilateral a consecuencia del covid”, cuenta su hijo. El hombre pasó 25 días hospitalizado antes de morir. Fue uno de los 337 fallecidos del 26 de noviembre.
Sus familias jamás despertarán de esta pesadilla. “No es nada asumible ni me voy a resignar nunca a que mi padre que estaba sano, que estaba bien, que se cuidaba muchísimo se haya muerto de esa manera”, cuenta el joven.
“Me llegó a escribir ‘por favor, ven a por mí’”, relata, expresando que es “durísimo” el hecho de “que no puedes estar a su lado y cogerle la mano y acompañarlo”.
La vida apagada funde la del que se queda. “Me falto decirle más veces que le quería muchísimo”, lamenta.
Leonor, otra de las más de 36 000 personas que han perdido la vida por el coronavirus en nuestro país, sí tuvo tiempo para despedirse.
“En el momento en el que la iban a pinchar, se despertó, se quitó la jeringuilla y dijo ‘quiero ver a mi nieta, quiero ver a mi nieta que la tengo que decir algo’. Y la vio diez minutos y lo primero que la dijo fue ‘que me queméis eh, que me queméis’, recuerda su hijo, José Martín.
Ella era así. Ni el covid ni el miedo vivido en su residencia de ancianos la cambiaron.
“Dio recuerdos a todos para nosotros, que nos cuidáramos y que íbamos a estar bien. Nos dio un regalo de vida”, expresa su hijo sobre el regalo de no olvidar las miles de historias detrás de cada cifra.