Según publica Medline Plus, McNeely y su equipo tienen previsto presentar sus hallazgos el jueves en la conferencia anual Prevención y Epidemiología de la Enfermedad Cardiovascular de la American Heart Association en San Francisco. Los autores anotaron que la causa principal de emergencias médicas durante los vuelos son los desmayos, y que sentir que se pierde el conocimiento o estar mareado se ha relacionado anteriormente con la exposición a la altitud extrema y la arritmia, incluso entre atletas de elite que por lo demás son individuos saludables.
Para evaluar cómo podrían afectar los viajes comerciales rutinarios en avión la salud cardiaca, McNeely y sus colegas reunieron a cuarenta hombres y mujeres y los pusieron en una cámara hipobárica que simulaba el ambiente atmosférico que un pasaje de un vuelo experimentaría generalmente a una altura de 2,134 metros (7,000 pies).
Durante dos días, se expuso a todos los participantes, con una media de edad de 64 años, a dos sesiones de cinco horas en una cámara hipobárica, una que reflejaba condiciones simuladas a las de una vuelo y otra que reflejaba condiciones atmosféricas similares a las experimentadas al nivel del mar.
El riesgo absoluto de experimentar latidos adicionales no pareció mayor mientras los pasajeros estaban en condiciones de vuelo. Sin embargo, en situaciones en las que había ocurrido irregularidad cardiaca, los autores hallaron que el riesgo de experimentar un índice superior de dichos latidos, fue "significativamente mayor" mientras estaban en vuelo entre los pasajeros que tenían antecedentes de enfermedad cardiaca.
Un total de ocho participantes a los que se había diagnosticado enfermedad cardiaca experimentaron un ciclo de dos latidos adicionales de las cámaras inferiores mientras estaban en condiciones de vuelo simuladas, mientras que siete participantes de enfermedad cardiaca diagnosticada experimentaron un ciclo similar de tres o más latidos erráticos.
"El hecho es que volar a 2,500 metros probablemente no sería de ninguna significación para alguien joven y sano", anotó McNeely. "Pero la cantidad de personas mayores y con frecuencia debilitadas que vuelan es mucho mayor ahora que hace algunos años. Volar se ha hecho más accesible para todos. Además, muchos de los estándares que se establecieron para el transporte ahora se hicieron como resultado de investigaciones de los años cincuenta. Entonces, no tenemos mucha información sobre cómo afecta a ese grupo el transporte aéreo", agregó.
"Yo diría que para los individuos de mayor edad que tienen afecciones cardiacas o pulmonares, vale la pena hablar con el médico y quizá hasta hacerse pruebas preliminares antes de volar", apuntó McNeely, a falta de estudios de mayor envergadura que puedan sacar conclusiones definitivas. IM