Variantes, quinta ola, tercera dosis y rebrotes en China: ¿acabaremos alguna vez con el coronavirus?
Ya en febrero, la mayoría de expertos consultados en una encuesta de Nature señalaban que el coronavirus será endémico
La variante delta ha entrado en reductos de tolerancia cero como Australia o China, que han reimpuesto restricciones tras registrar máximos de meses
Mientras Israel, Alemania o Reino Unido avanzan con la tercera dosis, la desigualdad en la vacunación mundial aleja el final de la pandemia
¿Habrá un final para el coronavirus? Una mayoría de expertos consultados por la revista Nature ya estimó en febrero que el SARS-CoV-2 terminará siendo endémico. La variante delta no era dominante entonces, pero hoy en día ilustra bien lo que podría ser ese escenario: brotes en reductos de tolerancia cero como China o Australia, planes de una tercera dosis ante vacunas con eficacia menguante para evitar contagios, nuevas olas imaginables.
En el sondeo de la publicación científica, un 71% de los consultados señaló que el virus seguirá indefinidamente entre nosotros por variantes que consiguieran escapar a la inmunidad natural o inducida. Si bien las vacunas siguen siendo efectivas frente a la enfermedad grave y han reducido considerablemente los ingresos y las muertes, el patógeno sigue transmitiéndose muy bien. La última gran expresión de esa capacidad, delta, ha trastocado los planes de salida de la pandemia y ha supuesto un aviso en lugares que parecían tenerla bajo control.
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La variante delta entra en reductos de tolerancia cero con brotes en Australia y China
A diferencia de Europa o de Estados Unidos, donde la transmisión comunitaria es habitual, en países como Australia bastan un puñado de positivos para confinar a un estado entero, como ocurrió esta semana en Queensland. Tras una treintena de casos, sus residentes solo pueden salir de sus domicilios para el trabajo, comprar productos básicos, recibir atención médica o hacer deporte a máximo 10 kilómetros. Los estados de Victoria y Nueva Gales del Sur, donde está Sídney, también han anunciado confinamientos.
En China, un centenar de contagios diarios han supuesto un máximo en los últimos seis meses, lo que ha provocado el cierre de aeropuertos y líneas de trenes. Las autoridades sanitarias de Wuhan, donde empezó todo, han comenzado a hacer test a sus 11 millones de habitantes. A nivel nacional, cada provincia ha recomendado a su residentes evitar desplazamientos. Ni en el riguroso Hong Kong pueden evitar casos importados.
¿Es una estrategia sostenible en el tiempo? Ante el rebrote de Nanjing, el virólogo chino Zhang Wenhong ha afirmado que el virus no desaparecerá y que será necesario coexistir con él. "Los datos nos dicen que, incluso si cada uno de nosotros fuera vacunado, la covid aún sería endémica, pero a un nivel más bajo con una tasa de mortalidad más baja. Después de la liberalización de las vacunas, todavía habrá infecciones en el futuro", ha escrito el científico, el Dr. Fauci del gigante asiático.
Pero el país confía en su estrategia, ya que ha logrado "contener la transmisión local de la variante delta en ciudades densamente pobladas y de tránsito en la provincia de Guangdong", según ha afirmado He Qinghua, del centro de control y prevención de enfermedades chino.
La desigualdad en la distribución de las vacunas hará difícil terminar con la pandemia
En todo caso, las cuentas para llegar a una "covid endémica", o algo parecido a la vida normal, tampoco están cerca. "Habrá que alcanzar, haciendo los cálculos correctos y teniendo en cuenta que los asintomáticos contagian, un 86% de vacunados en toda la población mundial", decía hace unos días Juan Gestal, profesor emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Santiago de Compostela.
En la encuesta de Nature, un 45% de los expertos creía que el coronavirus no desaparecerá por la insuficiente distribución de las vacunas en el mundo. El debate y los planes de una tercera dosis entre los países ricos ahondan en esa hipótesis. Mientras Israel administra un tercer pinchazo y Francia, Alemania y Reino Unido lo anuncian para septiembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pide que lo retrasen para no abrir aún más la brecha en la vacunación global.
El organismo calcula que ese refuerzo necesitará unas 440 millones de dosis de la oferta global, que serían más útiles si se enviaran a países de ingresos medio-bajos y bajos, donde más del 85% de las personas, unos 3.500 millones, no han recibido ni un solo pinchazo. En Mozambique, por ejemplo, solo un 1,03% de la población tiene la pauta completa, en tanto que en Kenia ese porcentaje asciende apenas al 1,25%, según los datos recogidos por Our World in Data.
Las variantes: el riesgo permanente de un virus que sigue transmitiéndose
La disparidad en la vacunación es un obstáculo peligroso. "Mientras esto pase, el riesgo de que aparezca una variante resistente a los anticuerpos que las vacunas hayan generado seguirá existiendo, y podríamos perder parte de lo que hemos ganado", expresaba recientemente Salvador Macip, médico e investigador de la Universidad de Leicester y la UOC. En tanto que los países ensayan nuevas restricciones y planean las dosis adicionales, el virus sigue transmitiéndose y mutando.
Ya antes de delta, alfa, gamma o beta fueron ensayos de eludir la protección y propagarse mejor. Nada hace pensar que serán las últimas variantes. Además de las "de preocupación", la OMS distingue cuatro mutaciones "de interés", entre ellas lambda, presente en más de 40 países.
Descartada prácticamente la posibilidad de acabar con totalmente el coronavirus, ese será un factor clave a la hora de reducir (o no) su transmisión. Todo dependerá "del surgimiento de nuevas variantes del virus más amenazantes y de la duración de la inmunidad natural y la adquirida a través de la vacunación", señaló Daniel López Acuña, epidemiólogo y ex directivo de la OMS.
Una posibilidad más favorable sería la de un patógeno transmisible pero cada vez más leve. El biólogo Cristian Smerdou, del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra, recuerda que esa tiende a ser la evolución natural de los virus. "La mayoría de virus produce enfermedades leves, porque al final lo que quieren es transmitirse, en realidad no les interesa producir síntomas graves. No es que el virus piense, pero la evolución tiende a favorecer variantes más atenuadas que se transmiten bien", dijo.
¿Será ese el contexto de las próximas olas, si las hay? ¿Podría evolucionar el virus a versiones menos agresivas? ¿Qué significará exactamente que el coronavirus sea endémico? ¿Será un resfriado infantil o una gripa estacional? Las preguntas siguen sumándose en el laberinto de una pandemia que de momento no encuentra respuestas comunes.