Este artículo era para Hugo. Lo concibió él, se escribió pensando en él y se publica para él. Aunque sea demasiado tarde. O no, porque lo que él quería es que todos aprendamos algo de su historia, y para eso aún hay tiempo. Por eso hizo esta entrevista. Hugo tenía 17 años y un cáncer terminal se lo ha llevado antes de que haya podido ver publicadas sus palabras.
Su madre, Vanessa, ha pedido expresamente que este reportaje se publique en la fecha prevista. Si quiere aprender algo sobre la vida, la muerte y todo lo que la rodea, siga leyendo. Hugo merece la pena. Pero, si no se ve con fuerzas, no pasa nada. Porque, al fin y al cabo, este artículo es para ti, Hugo.
Hace solamente un año que te diagnosticaron un linfoma. “Qué es linfoma”, dijiste tú, sin saber cómo iba a cambiarlo todo esa palabra. El linfoma es un tipo de cáncer de la sangre, en concreto del sistema linfático. El pasado jueves dijiste que no te has enfadado nunca, porque eso te haría perder el tiempo, y la conversación terminó girando en torno a eso, al tiempo.
En el parque de El Retiro, solamente un día antes de irte para siempre, hablaste de lo que querías hacer, de lo que habías conseguido, de exprimir cada minuto. “Es lo que dicen siempre, pero es que cuando te toca te das cuenta de que es verdad. Ojalá me lo hubieran enseñado antes, en el instituto. Me gustaría que me hubieran enseñado a aprovechar el tiempo, a tener presente que te puede pasar algo como lo que me ha pasado a mí”, pedías.
Es el motivo principal de que quisieras hacer pública tu historia: que otros puedan darse cuenta de cosas, hacer pensar, y reivindicar “investigación, que sé que hay, pero hace falta más. Se han hecho vacunas para una enfermedad que hace dos años no existía, y el cáncer lleva existiendo mucho más tiempo y aún no se cura”, dices. Pero, sobre todo, te gustaría que otras personas, si tienen que enfrentarse a un diagnóstico tan terrible, estén más preparados que tú, que haya una educación emocional que empape todas las etapas de la vida escolar de los niños y adolescentes, “para que todos aprendamos a exprimir la vida, a no preocuparnos por tonterías. A vivir”.
En definitiva, una vez más, a no perder el tiempo. Tú no lo hiciste: en este año tan duro tuviste que dejar el bachillerato de ciencias sociales que hacías en tu pueblo, La Adrada (Ávila), pero conseguiste estudiar un grado medio de administrativo. Y te sentías orgulloso: "Es lo que quería, sentir que consigo cosas aunque esté así. Estoy contento de haber estudiado el grado".
Cuando tu madre te dijo por qué de repente estabas tan cansado, por qué a pesar de ser muy deportista te encontrabas tan mal, el motivo te sorprendió: “Estaba en la cama y vino mi madre y me dijo: tienes linfoma. Busqué en internet, y casi fue peor. Es mejor preguntarle a los médicos porque en la red no sabes lo que es verdad, lo que no... Y una cosa que siempre nos dicen es que al cáncer hay que ponerle nombre y apellidos. Porque la cura, o no, y el tratamiento, dependen de ese nombre y ese apellido”.
Y cuando seguiste tu propio consejo y preguntaste a los médicos, ya te plantearon un camino difícil pero en el que había esperanza. Así que dijiste p’alante y te sometiste a quimio, ingresos, idas y venidas al hospital. “Mi hermana Marta fue mi donante de médula” cuando todo lo demás parecía no funcionar. Hasta que no funcionó ni eso. “Tiene catorce años y… uf, esto también le afecta”, te emocionaste.
Hugo no sabía cuánto le quedaba cuando pidió participar en este reportaje, pero seguía haciendo planes para cumplir los sueños que tenía. Uno, salir en el videoclip de un cantante muy famoso, al que conoció en el hospital en una visita sin cámaras. Otro, ser instructor canino de la policía: "Para ayudar a la gente, hacer un servicio”. O ser político. Vanessa cuenta que le gustaba mucho la política: “Le encantaban las tertulias, el otro día me dijo que le habría gustado ser diputado”.
En su WhatsApp Vanessa tiene una foto de Hugo y una frase: “Aprende como si fueras a vivir siempre”. Y ella dice que el que les enseñaba era él, que hasta el último momento se encargó de demostrarles cuánto les quería, y lo importantes que eran para él. De hecho, en la entrevista Hugo mencionó varias veces a su hermana Marta, sus primos, su padre Alfredo, sus tíos… “los que estaban antes y están siempre a mi lado”.
Ahora su madre recuerda los momentos especiales que el chico les ha hecho vivir incluso en los últimos días que ha pasado con ellos: "El otro día fuimos a comer a un restaurante y me dijo: Hagamos un simpa No lo hicimos, pero últimamente estaba hasta gamberro", sonríe la mujer.
Hugo estuvo hablando sin parar durante una hora y media, contando su historia y asegurándose de que su mensaje quedaba claro: “A veces las cosas salen bien y otras, por mucho empeño que pongas, no salen. Y no hay que enfadarse con la vida, porque la vida es así. ¿De qué te sirve enfadarte? De nada. Hoy me toca a mí y mañana puedes ser tú. Deberían enseñarnos a lidiar con las enfermedades y a gestionar emociones incluso en el colegio, en los institutos”. Antes de volver al hospital, el joven incluso dio las gracias: "Ahora me siento feliz de haber podido contar mi historia. Y pido por favor que se invierta más en todos los tipos de cáncer. Si no se investiga hay mucha gente que se muere”.
Desgraciadamente, él ha sido uno de ellos. Hugo no ha llegado a leer todo esto por apenas 30 horas. Pero, sí, su mensaje quedará para siempre.
Vuela alto, Hugo. Y gracias a ti.