Las mascarillas son obligatorias en España desde que Sanidad impusiese su utilización para frenar los contagios de coronavirus. Pero no basta con solo llevarlas. Se ha dicho una y otra vez: para que sean efectivas es importante cambiarlas cuando toca, entre otras cosas. Algo que no todo el mundo puede permitirse.
Teniendo en cuenta la situación en la que se encuentran muchas familias en esta crisis y la demanda cada vez más alta de un producto obligatorio por salud, la empresa sevillana Termik, propone una alternativa: mascarillas desde seis céntimos la unidad. "Al final el precio es importante", señala desde la compañía Juan José Laguna a Informativos Telecinco.
En este caso, se trata de su mascarilla más barata, la higiénica tipo I desechable de tres capas, que se puede obtener por un precio unitario de seis céntimos a partir de la adquisición de 12 paquetes de 600 unidades cada uno, es decir, 36 euros. Es solo uno de sus productos más competitivos ya que, desde que se empezase a popularizar el uso de la FPP2, esta supone el 75% de las ventas de la empresa y se puede conseguir por 40 céntimos si se compran 96 paquetes de 480 unidades.
Juan José Laguna explica que las mascarillas que comercializan son tan buenas como las que se venden en los supermercados . ¿El secreto? Aplicar "muy poco margen (de beneficios)", responde, explicando que el precio de coste probablemente sea igual o mayor para su empresa que para las grandes superficies.
"Le metimos el margen justo para salvar nuestra empresa, no tener que despedir a nuestro personal y aguantar el tirón hasta que pase todo esto", señala Laguna, que añade que Termik nació tras la pandemia con el objetivo de "salvar nuestra empresa y poner nuestro granito de arena a ayudar a que este problema se vaya resolviendo".
"Nosotros somos una empresa que antes de toda la pandemia se dedicaba a la venta de productos para boda. Los llamamos los manolitos. Vendíamos como unos protectores de tacón que se usaban en los tacones de las chicas y las novias se lo regalaban a las invitadas para que no se le hundiera el tacón en el césped en las bodas al aire libre", relata. Con el coronavirus, las bodas se redujeron. "Estuvimos a punto de cerrar la empresa, despedir a la plantilla", lamenta.
Afortunadamente, encontraron una solución con la que empezar a mantenerse a flote: importar termómetros sin contacto. De esta manera, empezaron su negocio antes de que el uso de las mascarillas se extendiera y de que el stock de estas fuese suficiente para los sanitarios y la ciudadanía.
Solo en ese momento, en otoño, "empezamos a negociar con fábricas para comprar grandes cantidades de mascarillas". Entonces, "vimos que los precios que conseguíamos eran muy buenos" y que solo era necesario aplicar ese pequeño margen. Eso sí: hasta que "podamos vender otra vez nuestros manolitos que es lo que nos gusta", confiesa.