Llamémosle C.O. Es guardia civil. Ha pasado buena parte de los pocos años que tiene luchando contra el narcotráfico. Le han condecorado varias veces, pero en esa lucha, nos dicen quienes le conocen bien, cree hoy que ha perdido. Esta es la historia de cómo un servidor público, que ha hecho su trabajo contra el narco, se siente hoy, sólo y abandonado.
Primeros de noviembre de 2015. Una embarcación de la Guardia Civil captura un alijo de hachís. Pertenece a un conocido clan de Barbate. Las investigaciones de C.O llevan hasta ellos. C.O también vive en Barbate. Las primeras amenazas, refleja un auto judicial, llegan dentro del cuartel de la Guardia Civil en esa localidad gaditana.
Se lo dice uno de los detenidos. “Tienes que mirar más para otro lado con la gente del pueblo”, añade. A partir de ahí, señalan fuentes cercanas al agente, la presión aumenta. “Le cortan las cuatro ruedas del coche a la puerta de su casa, se las rajan, tiene que ponerlas nuevas, y a las dos o tres semanas le vuelven a cortar otras cuatro ruedas, ya van ocho”.
Pero las ruedas pueden cambiarse. Como no es suficiente la amenaza llega en forma de llamas en marzo de 2016. El coche del agente, aparcado en la calle, junto a viviendas habitadas, arde ante sus ojos. Una cámara graba los hechos. El autor resulta ser un sobrino del narco detenido.
"Desgraciadamente -señala José Encinas, de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC)- no es el primer caso en que un compañero incluso en su día libre y con la familia, se cruza con algún delincuente con el que ha tenido que intervenir y ha recibido amenazas tanto él como su familia".
C.O sabe que esas amenazas son gajes del oficio, denuncia los hechos y sigue con su trabajo. Hasta que llega febrero de este año, y la vista por el incendio en el Juzgado de lo Penal número 1 de Cádiz. Acude sin abogado.
"Una de las cosas que reclamamos desde la AUGC, es seguridad jurídica", dice José Encinas. "La protección jurídica es básica, en cuestiones laborales y en cuestiones particulares".
Y aquí comienza la sensación de abandono para C.O. De los tres acusados, el autor del incendio y dos imputados por inducirlo, sólo el autor material es condenado. De los cuatro años que pide la Fiscalía, se le sentencia a un año de prisión. El agente no recibe la notificación de la sentencia.
"Se enteró por otra persona" señalan fuentes cercanas al guardia civil. "Se entera en la calle, esa persona le hace llegar una copia. Es triste que un agente que está todo el día en el juzgado, con jueces y fiscales tenga que enterarse de esa manera".
Eso fue en mayo. Desde entonces C.O está de baja psicológica. La ansiedad no cesa. En su entorno nos dicen que acepta la sentencia. "Él acepta que los acusados han hecho su papel, no quiere ninguna revancha, da el asunto por zanjado, lo que a él le ha hundido es la justicia. Hubiera bastado con que alguien se hubiera puesto en contacto con él y le dijera mira esto ha sido por esto y por esto, se hubiera sentido arropado".
No sabe cuando podrá volver a trabajar. Por su cabeza pasa una vez y otra una pregunta, nos cuentan, si le van a volver a volver a fallar, dicen, si le van a dejar sólo cuando vuelva a haber un problema.