"No se puede tolerar que esto vuelva a pasar", dice José Augusto García. Y "esto" es que no se hayan evitado contagios en las residencias de ancianos, y que en definitiva no se haya protegido lo suficiente a nuestros mayores, los que más han muerto por coronavirus en el mundo. La lección se ha aprendido de la manera más dura: "hay que repensar el sistema de residencias de ancianos en nuestro país". Lo afirma el geriatra José Augusto García Navarro.
Médico especialista en la etapa final de la vida, García es presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y mantiene -"sin haber visto ningún protocolo ni decir que exista o no orden de no derivar a mayores a hospitales en Madrid", se cura en salud- que es el geriatra de enlace que hay en las residencias el que decide si derivar a un residente al hospital o no. Y añade que "ningún protocolo puede decidir eso porque es una valoración individualizada en cada persona".
Pregunta. ¿Ha habido exclusión de los mayores de los hospitales en Madrid, se negaba el traslado de ancianos?
Respuesta. Yo no trabajo en Madrid, ejerzo en Cataluña. Pero cuando empezaron a salir esos documentos desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología pensamos que debíamos intentar aclarar algunas cosas porque creemos que se está llevando el discurso a un área muy peligrosa. Empezamos a mirar los datos de Madrid, y comprobamos que se trasladó a 10.300 ancianos de las residencias a los hospitales desde el 1 de marzo hasta el 5 de junio. Esto son entre 106 y 200 al día, dependiendo de la jornada, un traslado cada 7 minutos. Así que, desde luego , si lo prohibieron lo hicieron muy mal… porque mira si se trasladaron residentes a hospitales. No creemos que el rechazo al traslado haya sido generalizado, habrá habido casos puntuales que por supuesto hay que investigar.
P. ¿Cómo se decide entonces el traslado de los mayores desde las residencias a los hospitales?
R. Cada caso se ha gestionado y valorado de manera individual. En las residencias hay lo que se llama un geriatra de enlace. Es el que decide, conociendo la residencia y los hospitales, su estado asistencial, etc. Y es ese geriatra el que en base a su conocimiento de los dos lugares -residencia y hospital- y sobre todo de la persona enferma, decide si deben trasladarse o no. Por ejemplo: un señor, que tiene demencia, 90 años, ¿está mejor en el hospital o en la residencia? Pues si la residencia puede tratar a ese enfermo porque solamente necesita tratamiento oral, era mejor dejarle en la residencia, para no contribuir a su estado de confusión. Si el enfermo necesitaba respirador, evidentemente había que trasladarle.
Pero es cierto que ha sido difícil, porque la evolución de algunos pacientes era fatal en muy poco tiempo. Como geriatras hemos visto cosas terribles: gente que tenía un poco de fiebre el lunes, un poco de fiebre el martes y el miércoles fallecía. Y claro, si a nosotros como médicos nos sorprendía como familiar es normal que no lo entiendas. Y si luego salen esos protocolos, te queda la duda y el sufrimiento de si habrán tratado bien a tu padre, o a tu abuelo. Es muy duro.
P. En el tratamiento a los mayores enfermos de COVID-19 de las residencias, ¿ha habido disparidad por regiones?
R. Ha dependido de cómo lo tuviera estructurado cada comunidad. En Cataluña, que es lo que yo conozco de primera mano, se ha ocupado de las residencias la atención primaria, y tenemos también 3.000 camas de cuidados intermedios. Son unas plazas en hospitales específicas para gente que no necesitaba respirador, o que no están muy graves. Pues esas personas salían rápidamente del hospital y dejaban esa cama libre y terminaban de recuperarse allí. En Andalucía, por ejemplo, ha habido menos incidencia y no ha habido problemas. En Madrid la mayor parte de los efectivos de atención primaria estaban en otras labores...
P. ¿Qué cree usted que ha pasado para que la tasa de contagios haya sido tan alta en las residencias?
R. Son varios factores.
Esto ha provocado que todos los países que tienen las residencias así montadas, como espacios de convivencia colectiva, han tenido muchísima mortalidad. En Canadá los muertos en residencias de ancianos han supuesto el 82% del total de fallecidos por COVID-19. En Francia el 51%, en Suecia el 41%... En España las cifras oficiales hablan de un 30%.
Pero calculamos que la mortalidad sobre el total aquí es mayor, porque no se ha hecho test a todos lo fallecidos. Calculamos que en España la mortalidad respecto del total de fallecidos es de más de 50%. Hay que tener en cuenta que no se han reportado tantos fallecidos positivos porque muchos han muerto sin habérseles realizado una prueba que confirmara el diagnóstico.
P. ¿Llegará a saberse el número de fallecidos en residencias con COVID?
R. Es difícil. Yo sospecho que la manera de proporcionar los datos de las comunidades autónomas no debe ser heterogénea, es decir que cada una suma como considera, y por eso el Ministerio de Sanidad no hace públicos los datos de ancianos fallecidos en las residencias. Por ejemplo, hay regiones que han hecho cribado 100% de las residencias (test a todos los residentes), otras no.
P. Y ahora, ¿cuáles son las asignaturas pendientes?
R. Hay que revisar el sistema de atención a residencias. De cara a octubre hay dos cosas básicas:
Y una vez comprobados los positivos, valorar individualmente cada caso. Su traslado a un hospital o a otro centro, o su permanencia en el mismo dependerá de muchas cosas. Esto lo tienen que valorar un médico con una enfermera. Y no puede establecerlo un protocolo, tiene que ser personalizado y que ese equipo decida qué hacer con cada residente.
Pero todo esto tiene que ser rápido, planes de actuación inmediatos en todas las residencias, con todo medido al milímetro. Porque si no podemos volver a lo que hemos pasado: tienes un señor asintomático, que contagia al de al lado, al de al lado…y uno de ellos al trabajador. El trabajador se va en transporte público, contagia a su familia y ya tenemos el rebrote.