Una inyección en el brazo. Apenas hay síntomas: algo de dolor alrededor del pinchazo. Pasan varias semanas. Una segunda dosis. Los efectos secundarios aumentan: cansancio, dolor de cabeza, algo de fiebre. Los receptores de la inyección lo comparan con "pasar la gripe" o "tener resaca". Así es como describen varios voluntarios que han recibido las vacunas contra la COVID-19 las horas o días posteriores a recibirlas.
Miquel Fernández, un catalán de 39 años y residente en Estados Unidos, contaba a NIUS hace unas semanas su experiencia como el primer español que forma parte del ensayo clínico de la empresa Pfizer. "Al día siguiente de la primera dosis empecé a sentir malestar general, dolor de cabeza, fiebre... al principio muy leve y luego se disparó. Duró unas cinco horas", explicaba.
Pero no es el único que ha sufrido esta reacción. Otros testimonios corroboran esta experiencia. Luke Hutchison, un estadounidense de 43 años, participó en las pruebas de la farmacéutica Moderna. Después de la segunda dosis, su brazo se hinchó hasta el tamaño de un "huevo de gallina", contó a la cadena CNBC . Horas más tarde, empezaron los dolores musculares y de huesos y la fiebre le subió hasta los 38,9 ° C. "Estuve sentado junto al teléfono toda la noche pensando: '¿Debería llamar a emergencias?'". Los síntomas de Hutchison pararon a las 12 horas de su comienzo. Pero, en sus palabras, nadie le preparó "para la gravedad de esto".
En la carrera por la vacuna de la COVID-19, las candidatas más prometedoras son las de las compañías estadounidenses Pfizer -en colaboración con la alemana BioNTech- y Moderna. Ambas rondan una eficacia del 95% y utilizan la tecnología de ARN mensajero (ARNm) para otorgar inmunidad frente al virus. Así, dan "instrucciones" a nuestras células para que produzcan una porción inocua de la proteína 'spike' del SARS-CoV-2. Una vez nuestro cuerpo crea la proteína, el sistema inmunitario detecta el agente extraño y genera anticuerpos para combatirla. Estas vacunas requieren dos dosis, que se inyectan en el brazo: una para preparar al organismo y una segunda, unas cuatro semanas después, para impulsar la respuesta inmunitaria.
Pero, la protección contra el virus no está exenta de efectos secundarios. Especialmente tras la segunda dosis, como les ocurrió a Hutchison y Fernández. "Ya me advirtieron de que los síntomas podrían ser mas severos, si en la primera dosis ya había tenido algunos efectos", detallaba el catalán. "La zona del pinchazo en esta ocasión se inflamó bastante y no podía casi mover el brazo. Sólo fue cuestión de una noche: al día siguiente me levanté sin fiebre, cansado, pero mucho mejor", relataba a NIUS.
Que estos síntomas se den tras el segundo pinchazo "significa que la vacuna está funcionando bien", explica Drew Weissman, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania, cuyas investigaciones han contribuido a las candidatas de Pfizer y Moderna. "Es decir, la respuesta inmune a la primera dosis fue muy buena y ahora se están viendo los efectos de eso", añade.
Yasir Batalvi, un estudiante de 24 años residente en Boston (EEUU), también contaba a CNN las diferencias entre recibir la primera dosis y la segunda de Moderna. "La inyección se sintió como un pequeño pellizco en el brazo", apuntaba. "Una vez que salí del hospital, esa noche, la rigidez del brazo empeoró un poco. Pero estaba bastante localizado". Sin embargo, con la segunda visita desarrollo "fiebre leve, fatiga y escalofríos", aunque a la mañana siguiente a la inyección se sentía perfectamente.
Una reacción similar a la que han tenido otros participantes que han hecho pública su experiencia. "Ha sido como tener una fuerte resaca después de una noche de fiesta", decía Glenn Deshields, un hombre de 44 años de Austin (EEUU), entrevistado por la agencia AP. Para Carrie, otra voluntaria de Pfizer, la sensación fue como "tener una gripe", con dolores de cabeza y malestar en general. La mujer de 45 años y originaria de Missouri admitía que por suerte la infección no fue a mayores.
Cabe señalar que los voluntarios no saben con certeza si han recibido la vacuna o el placebo. "Te dicen que por cada persona que tiene la vacuna otra recibe el placebo. Ya nos indicaron que el placebo era un salino, no hay principio activo. Al tener síntomas, supongo que habrá sido la vacuna lo que yo recibí", decía Miquel Fernández. Es lo que le ocurrió a Bryan, otro voluntario preguntado por AP. Este estadounidense contrajo el coronavirus después de tomar sus dosis de la vacuna de Pfizer, poco después de que su hija diera positivo en octubre.
Asimismo, los mismos estudios que aseguran la efectividad de las vacunas de Pfizer y Moderna señalan estos efectos secundarios. Aunque la mayoría de la población evitaría los calificados como "síntomas severos", es decir, aquellos que dificultan la actividad diaria.
Entre éstos, en los ensayos de fase 3 de Moderna el más destacable tras la primera dosis fue dolor alrededor de la inyección en el 2,7% de los receptores. En cambio, con la segunda, el 9,7% de los participantes sufrió fatiga, el 8,9% dolor muscular, el 5,2% dolor de articulaciones y el 4,5% dolor de cabeza. En España, eso supondría que si toda la población se vacunara -unos 47 millones de habitantes-, que al menos 4,5 millones de personas sufrirían alguna de estas secuelas. En las pruebas de Pfizer, las cifras fueron algo menores: un 3,8% de los voluntarios se quejó de fatiga y un 2% de dolor de cabeza después de la segunda inyección.
De acuerdo a los informes, otras reacciones más graves, como fiebres altas de 39 °C a 40 °C, se desarrollaron en menos del 2% de los receptores en las dos vacunas. Es decir, menos de 940.000 españoles se verían afectados por ella.
La sospecha de los expertos médicos es que la causante de estos efectos secundarios -cuyo nombre técnico es reactogenicidad-, son las nanopartículas de grasa que cubren la secuencia de ARN mensajero. "Vemos los mismos efectos de estas nanopartículas lipídicas sin ARNm en los animales", señala Weissman.
Sin duda, la rapidez del desarrollo de las vacunas, sumado a estas historias, ha propiciado cierto esceptismo entre la población sobre su eficacia. Según el último barómetro del CIS, un 47% de los españoles no se pondría la inyección de forma inmediata, frente al 36,8% que lo haría en cuanto estuviese disponible.
Sin embargo, hay que señalar que estos efectos secundarios también son habituales con otras vacunas y que no son duraderos. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, ha apuntado que "casi todo esto desaparece en 24 o como máximo, 48 horas". Efectivamente, los participantes hablan de un día o unas horas de malestar.
Además, como se recalca más arriba, sufrir estos síntomas apunta a que la vacuna surte efecto. De hecho, en los últimos ensayos de Moderna de 196 casos de COVID detectados, 185 pertenecían al grupo placebo y 11 al de los que habían recibido la vacuna. En los de Pfizer, de 170 infectados, solo ocho pertenecían a los vacunados.
Para los expertos, la clave es ser transparente sobre los posibles efectos, para que la sociedad esté preparada para "tomarse un ibuprofeno" o "tener que pasar unas horas en cama".