El síndrome AVIR que podría explicar el trágico suceso de Mijas: cuando la sangre puede más que el agua
Se le llama también de ahogamiento por amor
Tenemos una tendencia a sobrestimar nuestras habilidades en el agua, mientras minusvaloramos el riesgo
Ningún socorrista hace un rescate sin su material de rescate
El ahogamiento no intencional de niños sigue siendo una causa principal de mortalidad infantil. Un síndrome relacionado con este trágico hecho se compone de aquellos que se ahogan en intentos impulsivos y altruistas de ayudar a un niño ahogado. Tales 'rescatadores' que intentan salvar a un niño que se ahoga pueden ahogarse, un evento trágico que llamamos síndrome AVIR o víctima acuática en lugar de rescatador. Se habla también de ahogamiento por amor.
El síndrome AVIR involucra lo siguiente: un hombre, padre, pareja o pariente; un peligro de agua desconocido; un "rescatador" que es un turista; el alcohol no suele estar involucrado; y la víctima principal generalmente sobrevive. No ocurrió de este modo en Mijas. Pero esta realidad ocurre no solo en España. "Los rescatadores intentan reptar". 44 personas han muerto en España este año en piscinas. No es una broma.
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Sólo en 2012, seis neozelandeses perdieron la vida en un intento de rescate, incluyendo a Zebedee Pua, de 15 años, que perdió la vida al ayudar a una niña en la playa de O’Neills de la costa oeste de Auckland y Peter Lewis, de 59 años, que trataba de salvar a su perro en el lago de Auckland. La situación es similar en Australia, dónde entre 1992 y 2010, se ahogaron 103 personas en circunstancias similares. En tres de cada cuatro casos, la persona que intentaban rescatar se salvó.
Que se puede hacer para prevenir que estos rescatadores casuales pierdan sus vidas es un gran dilema para los expertos. El reto es doble: tenemos una tendencia a sobrestimar nuestras habilidades en el agua, mientras minusvaloramos el riesgo que representa un rescate. Igualmente es desconcertante de entender es por qué la víctima a menudo sobrevive, y el rescatador fallece. En el caso de Mijas ni siquiera hubo esa suerte.
John Pearn, pediatra en el Royal Children’s Hospital de Brisbane, y Richard Franklin miembro investigador de la Royal Lifesaving Society en Australia, analizaron el síndrome AVIR y escribieron “El impulso de rescatar”. En él destacan nuestros impulsos altruistas se aprenden primariamente cuando niños y se refuerzan en la vida adulta.
Y claro, detallan cómo en el caso de que el suceso se produzca entre familiares "la sangre es más fuerte que el agua”. Algunas de las cuestiones que destacaban no parecen muy complejas, pero sí son útiles a la hora de hacer un rescate. Ningún socorrista hace un rescate sin su material de rescate porque una persona que se ahoga tendrá la intención de agarrarse instintivamente para poder salir y respirar y puede poner en peligro al rescatador. A veces en vez de lanzarse al agua, que es lo que nos pide el instinto, lo más inteligente es ayudarse con elementos flotantes (ramas, cuerdas, flotadores...).
Los expertos hablan de cuatro fases a la hora de realizar un rescate
Reconocer: Un rescatador circunstancial ha de evaluar el estado de la víctima, la urgencia y los peligros de un intento de rescate y, los más importante, buscar un elemento de flotación.
Responder: La prioridad es detener el proceso de ahogamiento proporcionando flotación a la víctima mientras se evalúan los peligros y la urgencia del rescate. Esto es especialmente importante si la víctima no puede ser extraída del agua inmediatamente. Es en este momento cuando el rescatador tiene que buscar o pedir ayuda.
Rescatar: Un rescate con apoyo en tierra o en el agua minimiza el riesgo para el rescatador, pero si es necesario un rescate con apoyo en el agua, el mejor método es no contactar con la víctima utilizando un elemento flotante.
Revivir: Esta fase cubre la posible necesidad de reanimación cardiopulmonar y cualquier otra asistencia médica que sea necesaria.