M: Hola
S: Mire, es la última oportunidad que tiene. ¿Usted ha recibido la carta?
M: No pude cogerla porque tengo mucho miedo.
S: Pues cógela maldita porque sino va a morir tu marido. Tú estás haciendo caso a la policía y a cuatro babosos y se va a morir tu marido.
M: No es así como usted dice. Por favor espere.
S: Es la última oportunidad que tienes hoy, la última si quieres volver a verlo con vida.
El grupo de secuestros de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil ya está en marcha. Tienen interceptadas las llamadas que son amenazantes y violentas. Según nos cuenta el capitán Montero, el objetivo de los delincuentes es crear tanta presión a la familia que acabe pagando. Por eso tampoco dejan hablar casi a la mujer. Para atormentarla. Pero no hay que pagar rápido, porque pueden no liberarlo y pedir más dinero.
S: ¡Cállese coño! La próxima vez te voy a mandar un pedazo de tu marido.
M: Pero escuche…
S: Es la última oportunidad. Dile a los policías esos que ellos van a ser responsables de la muerte de tu marido. ¿Estás escuchando?
M: Sí, estoy escuchando...
S: (cuelga)
La Guardia Civil tiene dudas al principio porque el interlocutor tiene acento mejicano. Lo hacen a propósito para meter más miedo. Pero las investigaciones comienzan a dar frutos y la mujer de Abel gana tiempo mientras. Está bien asesorada:
M: ¿Abel cómo está? ¿Me puede contestar?
S: Sí, el podría contestarle y está bien. Traiga los cuartos “pacá”
M: Yo todo no lo tengo. No lo tengo porque somos una familia humilde. De momento tengo 15.000.
S: Noooo… Usted consiga 70.000 euros para mañana y si no, no volvemos a hablar.
M: ¿Me puede poner a Abel?
S: (cuelga)
Ese día el secuestrador colgó pero luego le dejaría hablar con su marido. Abel Diéguez entre sollozos le dijo que no entendía por qué no pagaba y si no valía su vida los 70.000 euros que pedían. Ella aguantó la presión y la angustia, y dejó al Grupo de Extorsiones y Secuestros que trabajara en la localización del zulo. Abel fue liberado tras seis días en una pocilga muerto de frío. Sus guardianes le quitaban las mantas del frío que hacía. Los secuestradores le habían golpeado para que al hablar con su mujer chillara y ella atemorizara pagara. Pero no pagó. Hoy el empresario se recupera y todavía no contesta a ninguna llamada de teléfono con número oculto.