Se llama Sandra, tiene 25 años y es ingeniera informática en Microsoft España. Nació sana pero el síndrome de Wolfram hizo que con 4 años perdiese un 40% de visión y dos años más tarde veía menos de la mitad que alguien sano. Esta enfermedad es neurodegenerativa y rara, y se caracteriza por diabetes, atrofia óptica y signos neurológicos.
Nada de esto impidió que Sandra cumpliese su sueño. A los 12 años aprendió a leer en braille y fue a la universidad con una persona de la ONCE que le traducía lo que decía el profesor a lenguaje dactilológico (escribiendo con los dedos sobre su mano). Con todas estas dificultades, consiguió ser ingeniera informática con un expediente brillante.
Es la primera persona con discapacidad que consigue un contrato en una multinacional y eso se lo debe, en gran parte, a su esfuerzo. Cuando empezó a trabajar, estuvo tres días con un guía para que le enseñara el camino al trabajo. Una vez allí, utiliza un teclado en braille y para leer, un programa informático que le transforma lo que aparece en la pantalla al mismo sistema de lectura.
Ha logrado el Premio Nacional de Juventud de 2019 en la categoría de compromiso social, y eso, quizás le motiva más para conseguir su objetivo: desarrollar un software que permita “leer” imágenes y vídeos. Seguro, que con esa constancia e ilusión lo consigue…