Rayanair vuelve a estar en el foco de la atención mediática, y, otra vez, por razones que no benefician a la imagen de la compañía precisamente. Esta vez ha sido por un vuelo, –el FR2767–, que debía salir desde Praga con destino a Madrid y se convirtió en una auténtica odisea para los 200 pasajeros a bordo, que, completamente desesperados, estuvieron a punto de amotinarse. Sin comida ni bebida y pidiendo ayuda a través de las redes sociales, fueron un total de seis horas las que pasaron metidos en el avión, que no despegaba porque, en unas condiciones meteorológicas adversas, no lograban descongelar las alas. Sin poder salir, tras la agónica espera, durante la cual algunos pasajeros llegaron a sufrir crisis de ansiedad, el vuelo fue cancelado, lo que obligó a muchos a pasar la noche en un hotel que ellos mismos debieron costearse. Más allá, cuando fueron a partir por fin hacia Madrid, sufrieron también tres horas de retraso en el vuelo.
Desde las redes sociales, la compañía ha dado su explicación y expresado sus disculpas en un mensaje muy criticado también por los afectados:
Parece una cuestión indisoluble: la aerolínea irlandesa no se separa de la polémica. Retrasos; cancelaciones de última hora; huelgas en plena temporada alta como la del pasado verano en la que los trabajadores reclamaban una mejora en sus condiciones laborales, motivando la cancelación de centenares de vuelos; incidentes a bordo del avión y denuncias por el protocolo de actuación como el acontecido en un vuelo en el aeropuerto de El Prat ante un incidente racista entre pasajeros; medidas polémicas como la que obliga a pagar por el equipaje de mano; denuncias de FACUA; calendarios publicitarios controvertidos; problemas de combustible; despresurización… La lista es extensa y congrega algunos episodios verdaderamente angustiosos. Muchos de ellos, con nuestro país en el origen o el destino de los desplazamientos cubiertos.
Ejemplo de ello fue lo acontecido en agosto de 2012, cuando hasta tres aviones de la aerolínea irlandesa, que empezó a operar en 1985, tuvieron que emitir un ‘mayday’ para aterrizar de emergencia en Valencia por un problema que se ha repetido a lo largo de los años en la compañía: ir “flojos de combustible”; palabras que pronunció en septiembre del mismo año un comandante de la aerolínea al pedir prioridad para aterrizar en Lanzarote, tras un vuelo procedente de Leeds, Reino Unido.
También en 2012, y en ese mismo mes, una despresurización en un vuelo que cubría el trayecto Madrid-Gran Canaria, obligó al aterrizaje de emergencia en un suceso por el cual dieciséis pasajeros hubieron de ser atendidos.
Mucho más cercano en el tiempo, una muestra ilustrativa de la desesperación a la que se han tenido que enfrentar algunos pasajeros ante los retrasos y las esperas en el interior del avión sin poder salir, es el caso acontecido en enero de 2018, en un vuelo de Ryanair procedente de Londres con destino Málaga: un hombre, harto de esperar, y sin aguantar más, decidió salir por la puerta de emergencia mientras el resto continuaba a la espera de que la tripulación les dejase salir. El suceso se resolvió con la intervención de la Guardia Civil, que le detuvo y tomó el registro de sus datos.
También en 2018, las imágenes grabadas en el interior de un vuelo de la compañía irlandesa que partía de Dublín hacia Zadar, Croacia, recogen el pánico de los pasajeros tras una despresurización en el aeroplano. El piloto hubo de realizar un descenso de 37.000 pies a 10.000 pies; –más de 8.000 metros–, en tan solo 7 minutos antes de aterrizar de emergencia en Frankfurt. Hasta 33 de los 189 pasajeros tuvieron que ser hospitalizados, con nauseas, dolores de cabeza y hasta dolor y sangre en los oídos.
El pasado verano fue testigo de una batería de huelgas continuas que afectó a más de 70.000 pasajeros en Europa y más de 17.000 en nuestro país. Centenares de vuelos hubieron de ser cancelados. Y todo en plena temporada alta para las aerolíneas. Pilotos de distintas regiones como Alemania, Suecia, Bélgica y Holanda demandaban mejores condiciones de trabajo.
Pasada la tempestad, no en vano, este año Ryanair lo arrancaba también con huelgas. En este caso, estaba convocada por los tripulantes de cabina (TCP), si bien poco después serían desconvocadas tras alcanzar un acuerdo para fijar “los cimientos” llamados a normalizar las relaciones laborales del colectivo bajo el marco jurídico y laboral español.
Como ejemplo de medidas polémicas, sonada fue también la decisión de la compañía de hacer pagar a sus clientes por introducir el equipaje de mano en el avión. Tan solo los equipajes más pequeños, bolsos o mochilas que podamos meter bajo el asiento delantero se libran de una medida que la aerolínea justificó explicando que con la nueva política de embarque lo que buscaban era disminuir retrasos vinculados al embarque. Además, subrayaron, algunos clientes llevaban maletas de un tamaño superior al permitido en cabina, y con esta decisión han tratado también de mitigarlo, según sus explicaciones.
Del mismo modo, la compañía se ha enfrentado a lo largo de los años no solo a diversas denuncias de FACUA por su modo de proceder, sino también de algunos particulares indignados con algunos de los sucesos que han acontecido en el interior de sus aeroplanos.
Uno de esos casos que dio la vuelta al mundo se produjo en el aeropuerto de El Prat, donde un hombre, que hubo de disculparse después por su deplorable conducta racista, empezó a insultar a una pasajera que tenía sentada al lado y a la que llamó “negra bastarda”.
La tripulación, lejos de reprobar al hombre y no acceder a sus demandas, lo que hizo fue cambiar de sitio a la mujer. Por estos hechos, el teniente de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona anunció la denuncia del consistorio ante la fiscalía, involucrando no solo al protagonista del incidente racista sino también a Raynair.
Como decimos, la retahíla de eventos polémicos que salpican a la compañía son numerosos, pero lo cierto es que, pese a todo, la compañía presenta unos números impecables en lo que al número de pasajeros se refiere gracias a esa política ‘low cost’ llevada al extremo. Sus precios son extraordinariamente competitivos, y con las tarifas reducidas que ofrecen, lo cierto es que no dejan de acumular clientes cada año.
Concretamente, según el balance de la aerolínea irlandesa, Ryanair, que opera desde 92 bases y vuela a más de 200 destinos en 37 países, desplazó a un total de 139,2 millones de pasajeros en 2018, cerrando así el año con un 8% más de viajeros.
Más allá, la compañía, que emplea a 14.000 personas y posee una flota de más de 450 aviones Boeing 737, a los que añadirá otras 210 aeronaves, ha elevado un 11% sus pasajeros en enero con respecto al mismo mes del año pasado; unas cifras que revelan que, pese a todo, la gente sigue recurriendo a sus servicios.