Aquellas pequeñas cosas de un mundo perdido: el 'cafetito' de la mañana, el tren o los abrazos

  • La pandemia ha conseguido que muchos echen de menos las rutinas a las que antes no se daba importancia

El café con los compañeros de trabajo, un concierto de nuestro grupo favorito, ese desplazamiento en tren que hacemos a menudo, o el abrazo a ese amigo al que nos encontramos en la calle. Son gestos cotidianos que entrarían perfectamente en la definición académica de la palabra rutina. Nunca pensamos que llegaríamos a echarlos de menos, que esa tantas veces denostada rutina, sería motivo de añoranza. Pero la pandemia también ha cambiado esto.

En el Puerto de Santa María, Cádiz, vive Tali Carreto. Es promotor cultural, organizador del festival de música indie más importante del país, el Monkey WeeK.

"Echo de menos el tren, fíjate" reconoce Tali. "Yo siempre estoy arriba y abajo entre el Puerto, Sevilla y Madrid. Quizás por eso echo de menos el tren. Simplemente el hecho de estar en un andén, o de montar en un vagón, o de llegar a una estación es algo que ahora echo de menos. Las cuatro horas hasta Madrid iba trabajando, pero era distinto, levantabas la mirada e iba cambiando el paisaje, ahora es todo lo mismo."

Echo de menos el tren. Simplemente el hecho de estar en un andén, o de montar en un vagón, o de llegar a una estación es algo que ahora echo de menos"

"Echo de menos el tren. Simplemente el hecho de estar en un andén, o de montar en un vagón, o de llegar a una estación es algo que ahora echo de menos".

Su otra rutina, ahora perdida, tiene mucho que ver con la música. Los conciertos, el directo, los abrazos tras una buena actuación. "Por mi trabajo paso muchas noches escuchando música en directo" dice Tali. "Ese encontrarte con la gente, con los músicos, las conversaciones. En los conciertos es donde te ves con la gente, donde surgen los proyectos. Echo de menos esa cercanía y poder ver o que está haciendo un grupo en directo"

Samir Larbi es ceutí, tiene 31 años y un trabajo, el taxi, en el que sigue estos días. Eso sí, ganando mucho menos, porque lo que antes sacaba en una mañana, ahora le lleva todo el día. Hay pocos clientes, los echa de menos, como echa de menos otras cosas que antes eran rutinas, y ahora le parecen nada rutinarias.

"Parece poca cosa, pero una de las cosas que echo de menos es irme a tomar mi cafetito de la mañana", explica Samir desde su taxi. "Antes nos juntábamos, al empezar la jornada, en una cafetería que se llama el Faro del Estrecho a tomar un café y un dulce. El café ese era sagrado, y nos lo han quitado, ahora hay que tomarlo en casa"

"Parece poca cosa, pero una de las cosas que echo de menos es irme a tomar mi cafetito de la mañana. El café ese era sagrado, y nos lo han quitado, ahora hay que tomarlo en casa"

La otra rutina que echa de menos es su labor como entrenador de baloncesto. Todas las tardes, al salir de su taxi, Samir entrena a un grupo de niños. "Entrenamos los lunes, miércoles y viernes de cinco a seis, y los sábados jugábamos un partido de liga", cuenta. "Es un grupo de niños de once y doce años. Echo de menos hacer ejercicio con ellos, ayudarles, enseñarles a competir. Se llama club de baloncesto Juventud y mi hija también juega en él".

Y es que lo que antes pasaba ante nuestros ojos sin que lo viéramos, se muestra de repente como parte de un mundo perdido. Algunas son pequeñas cosas, otras, como las de un guardia civil con el que hablamos, mucho más importantes. No echa de menos algo, echa de menos toda su vida.

"Yo echo de menos a mi familia, porque yo me he tenido que separar a mi familia", explica este agente. "Me he venido al acuartelamiento y ellos están en casa, porque gracias a dios tenemos donde separarnos. Llevo ocho días sin verlos. Las rutinas que echo de menos son salir con mis hijas, hacer deporte con ellas, porque claro yo no voy a volver a mi casa cada día y ponerlas en riesgo. Yo no paro de tocar gente, y esto no se sabe donde está"

Esa rutina perdida duele, y mucho. Hay otra más llevadera, pero importante, para un hombre acostumbrado a correr diez o quince kilómetros diarios. "Ahora no lo hago porque no tendría sentido salir yo a correr y llamarle la atención a la gente por hacerlo. Entonces no lo hago. Hago en el cuartel lo que puedo".