"Hay una pregunta que no me puedo resistir a hacerle, ¿me puede decir su talla de sujetador?", inquiere la periodista. "¡Qué te lo voy a decir! El único sujetador que me importa es el mental, que era el que tú te tenías que poner para no hacerme esa pregunta", contesta Rocío Jurado entre los aplausos del público. Zasca. Era el año 1995, pero la respuesta se ha convertido en viral casi tres décadas después.
Mucho antes de esa anécdota, la artista ya se había declarado feminista, a favor del divorcio -años antes de su aprobación- o de la educación sexual en los planes de estudios. Mucho antes, también, rompía esquemas con letras transgresoras para la época apelando, por ejemplo, al deseo sexual de la mujer; y sus vestidos lidiaban con la censura televisiva en los estertores del franquismo, aunque para ella "el destape más importante" era "el mental", decía.
Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, un concierto le rinde homenaje más de 15 años después de su muerte. Mujeres cantan a Rocío Jurado es el nombre de este evento benéfico en el WiZink Center de Madrid. En él participan cantantes como Rigoberta Bandini, Tanxugueiras, Pastora Soler, Ana Guerra, Edurne, Ruth Lorenzo, Anabel Dueñas, Soleá Morente, Bebe, Sole Giménez o Beatriz Luengo, entre otras; actrices como Yolanda Ramos, Melani Olivares, Itziar Castro o Cristina Castaño; ilustradoras como Lola Vendetta o periodistas como Mercedes Milá, Noemí Casquet o Carlota Corredera.
Los beneficios irán destinados a asociaciones que luchan contra la violencia de género; tal y como ha querido su hija mayor y heredera universal, Rocío Carrasco, que organiza el concierto junto a Green Cow Music.
El resurgir del protagonismo de la más grande llega de la mano del renacer de su primogénita, tras su desgarrador testimonio en la serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva (Telecinco). De la emisión del primero de sus 13 capítulos -un bombazo mediático y social- está a punto de cumplirse un año. Pero el fenómeno sigue muy vivo. El hashtag #apoyorocío (seguido de la fecha correspondiente) se ha mantenido en los primeros puestos de tendencias en Twitter, cada día, durante estos 12 meses.
La docuserie disparó las llamadas al 016, el teléfono contra el maltrato. El relato del calvario de Carrasco -excelentemente documentado- traspasó la pantalla. En prime time, y con récord de audiencias, puso sobre la mesa los complejos mecanismos de la violencia de género, tanto física como psicológica. Conceptos como luz de gas, el mito de la mala madre o la violencia vicaria (la utilización de los hijos para hacer daño). Tabúes como la enfermedad mental o el suicidio. Problemas como la necesidad de una justicia con perspectiva de género, la indefensión de la víctima ante las instituciones o la incomprensión social, y hasta familiar. Explicaciones sobre por qué una persona que sufre violencia machista tarda una media de ocho años en denunciar. El proceso de deshumanización al que es sometida. La violencia mediática. La dinámica que coloca a los medios ante el espejo de sus vergüenzas.
Como grandes aciertos, la dirección de la periodista Anais Peces; la presencia en los debates de Ana Bernal-Triviño, periodista experta en violencia de género y profesora de la UOC; y la elección de Carlota Corredera como presentadora del programa. Esta última ha recibido el premio Menina 2021 de la delegación del Gobierno en Madrid por esa labor divulgativa contra la violencia de género. Además, el Ministerio de Igualdad ha galardonado a la serie documental y a su directora, Anais Peces.
"Habrá quien me entienda y quien hará como que no me ha entendido porque no le convenga y habrá quien no me entienda realmente. Pero yo ahí ya no puedo hacer nada, yo lo que puedo hacer es mostrar y demostrar la verdad", ha dicho Rocío Carrasco. Una mujer que ha contado cómo ha sido vejada pública y privadamente, hundida durante mucho tiempo ante un hombre que se lucró hablando mal de la madre de sus hijos con el aplauso del público. Una mujer impotente ante la distorsionada imagen que creó de ella un relato construido de mentiras y cimentado sobre su silencio. Y que, tras perderlo casi todo y querer desaparecer, tuvo la valentía de alzar la voz.
Es el suyo un caso que hace reflexionar sobre la ruptura del vínculo materno como la más brutal de las violencias. Y retrotrae a aquella escena del relato bíblico del Juicio de Salomón, en la que dos madres se presentan ante el rey disputándose un bebé. "Dividid a la criatura en dos, y dadle la mitad a una, y la otra mitad a la otra", ordena él. Una está de acuerdo. La otra exclama: "Oh, señor, ¡dadle a ella la criatura y no la matéis de ningún modo! Pues prefiero que viva, aunque no lo tenga conmigo, antes de que sufra algún daño". "Esa es su madre", sentenció el rey Salomón. Esa que está dispuesta a renunciar a un hijo para que este no sea partido por la mitad. Aunque sea ella la que se rompa en pedazos.
Rocío Carrasco ha hablado. Pero se ha expuesto también a la revictimización. A gente con altavoz que cuestiona y pone el foco en la víctima y banaliza su sufrimiento. Y a que sea esta vez el ruido el que silencie su testimonio
Un testimonio que obliga a vencer muchos prejuicios; también entre aquellos que lo juzgaron sin escucharlo, parapetados en cierto elitismo intelectual frente al espectáculo televisivo. O entre quienes lo desecharon por cuestiones políticas, después de que la ministra de Igualdad, Irene Montero, apoyase públicamente a Carrasco. O entre aquellos que no quisieron, o no supieron, separar el grano de la paja.
Pero por encima de todo, Rocío ya no se calla. En su proceso de curación y empoderamiento ha demostrado, además, sus grandes dotes comunicativas y ha sido incluida por Forbes entre las personas más influyentes de España. Ha sacado a la Jurado que lleva dentro. Y al Carrasco que paraba con maestría los golpes. Tras desplomarse sobre el ring, ha reunido fuerzas para levantarse. Y, sin pretenderlo, ha conseguido ayudar a muchas otras mujeres. Junto a su madre, también su voz se sube este 8M al escenario.