El montañero estaba paralizado por el riesgo. Temblar de miedo era, incluso, peligroso para este inglés de 69 años porque cualquier movimiento le podía suponer una caída de doscientos metros precipicio abajo. Estaba de ruta por los Picos de Europa, entre Fuente Dé (Cantabria) y Cordiñanes (León), cuando la niebla lo desorientó. Resbaló y quedó atrapado. Su supervivencia era cuestión de mantener el equilibrio en la repisa en la que cayó. Al Grupo de Rescate de Protección Civil le sorprendió que el hombre fuera capaz de sacar la mano para utilizar su móvil y llamar para pedir socorro. A las once de la noche avisó a emergencias y tres horas después llegaban a pie hasta él. Estaba agotado y con síntomas de hipotermia pero a salvo. Tras pasar la noche en una tienda de campaña junto a sus rescatadores, con el amanecer se veía el angulo casi vertical de la ladera en la que cayó. El abismo a sus pies. Claro que, para entonces, con el helicóptero que lo iba a evacuar sobrevolando ya la zona, era más alentador mirar hacia arriba.