Fueron más de 300 efectivos desarrollando más de 300 horas de incansable trabajo en una operación de enormes proporciones, como enorme era también la responsabilidad, la presión y la atención mediática a la que todos ellos estaban expuestos. Todo para encontrar a Julen, el pequeño de dos años hallado muerto en Totalán, Málaga, tras caer por un pozo de 25 centímetros de diámetro y 107 metros de profundidad. Sucedió el domingo 13 de enero y fue 13 días después cuando le encontraron: a las 1.25 horas de la madrugada del día 26. Para entonces, tras una lucha titánica contra el tiempo y el terreno, que casi cada día opuso resistencia a través de sus rocas y su dureza, todos los efectivos sabían que las probabilidades de encontrar al niño con vida se agotaban cada minuto. Tenían que trabajar desde la idea de que estaba vivo, incluso sabiendo que la profundidad a la que había caído el pequeño era, en palabras del delegado de Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, como caer desde lo alto de la Giralda de Sevilla hasta su base. Todos eran conscientes, pero nunca se está lo suficientemente preparado para ese terrible momento en el que comprueban in situ las consecuencias de la tragedia.
Hasta el último momento, fueron los mineros de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa, Asturias, junto a los bomberos y los especialistas del servicio de montaña de la Guardia Civil, los que portaron esa última esperanza de un pueblo y una sociedad que intentó aferrarse a ella negándose a aceptar, hasta que fuese irremediable, la muerte del pequeño. Fue el arrojo, la convicción, la dedicación y la profesionalidad de estos efectivos que abordaron el tramo final de la operación de rescate lo que mantuvo hasta el final ese ya pequeñísimo lugar para la esperanza.
La madrugada del 26 de enero fueron los agentes de la Guardia Civil los que en última instancia descendieron hasta acceder al aciago pozo y sacaron de allí el cuerpo de Julen. “Es nuestro trabajo asistir en estos casos. No pensábamos en el miedo, solo tratábamos de salvar a un niño”, ha explicado uno de ellos en una entrevista para ‘El Programa de Ana Rosa’, relatando que en el momento en que sacó al niño se produjo el momento más duro para todos. “Se hizo un silencio. Nos causó una tristeza enorme”, ha contado.
Los participantes se entregaron en cuerpo y alma como si Julen fuese el hijo de todos. “Ser padres nos daba más aliento y más fuerzas”, explican los guardias civiles, que aseguran que mantenían “la esperanza de hallarlo con vida” y ahora a todos les está costando “volver a la realidad”.
“Sabíamos que todo el mundo estaba pendiente. Ha sido un trabajo incesante y hemos dado el 120% de lo que podíamos dar”, explican, precisando que en las profundidades del túnel excavado para llegar hasta Julen llegaban a perder hasta “la noción del tiempo”.
“Ellos aguantaban un montón de tiempo abajo y nosotros lo que podíamos”, relatan, haciendo referencia a la inestimable labor de los ocho expertos de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa, Asturias. “El trabajo de picar lo hicieron los mineros, que son auténticos profesionales”.
Hoy, además de eso, los mineros de la brigada son también el orgullo de toda la sociedad, entregada a su humildad y a la valía de su ayuda en los instantes más difíciles.
“Hemos trabajado lo mejor que hemos podido, de eso no tengan duda. Hemos hecho todo lo posible”, aseguró ante los medios de comunicación Sergio Tuñón, director técnico de la brigada, manifestando que todos se sienten “desbordados” ante la repercusión mediática del caso.
Rehuyendo a cualquier protagonismo desde su humildad característica, tras dar el pésame a la familia en sus primeras palabras, quisieron agradecer a todo el mundo el trato que están recibiendo antes de partir a Asturias con el pesar del triste final de la operación en Totalán.
Tanto ellos como sus compañeros esperaban “conseguir el desenlace más favorable, aunque desgraciadamente no ha sido así".
Completamente “desbordados y cansados”, ahora intentan “recuperar” su “ánimo de vida” y vuelven a su hogar con la misión de formar e incorporar nuevo personal a una brigada que lucha en una Asturias que está viendo como la minería, con un solo pozo abierto y tan solo 1.000 mineros de los 30.000 que participaban en los años dorados del carbón, está en peligro de extinción, tanto en la región como en el resto de España.
"El mayor sentimiento fue el de pena"
Desde el cuerpo de bomberos que participó en el operativo, Antonio Cobos también relató ante los medios ese difícil momento en el que lograron sacar el cuerpo sin vida del pequeño ante la desolación de todos los presentes. “Allí no se escuchó una voz cuando subió la cápsula y el sentimiento más grande fue el de pena”.
Lo mismo cuenta Pedro Luque, compañero suyo que se encargó del equipo de ventilación de los mineros. “Trabajábamos con la idea de que el niño estaba vivo para cometer menos errores y estar más concentrado”, ha expresado, al tiempo en que uno de los ingenieros de minas involucrado también en la operación expresaba ese dolor de unos padres a los que vieron “sufrir hasta el límite”.
“Me tocó a mí”, cuenta hoy Nicolás Rando, el guardiacivil encargado de subir el cuerpo sin vida del pequeño, resignado ante el desenlace de los acontecimientos. En ese momento, ha relatado, experimentó “sensaciones encontradas”. Por una parte “cierto alivio por haber terminado el trabajo”, pero por otra se sentía “enfurecido por el resultado”.
A llegar a la carpa donde esperaban los forenses, en las inmediaciones del pozo, fue cuando terminó por derrumbarse. Nicolás, como tantos de los que trabajaron, también tiene un niño pequeño, de cuatro años, que cuando veía a su padre salir de casa le preguntaba “Papá, ¿hoy vas a rescatar ya a Julen?”.
Tras mover “tierra como para parar siete aviones” lograron encontrarle y sacarle. Lo hallaron muerto, pero en la conciencia de todos está que dieron absolutamente “todo” en una operación “extrema e inédita”.
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