Registran la casa del principal sospechoso del crimen del concejal de Llanes
Con el rostro oculto bajo dos capuchas, a las nueve de la mañana Pedro Nieva cruza la puerta de su casa de vacaciones en Llanes. Dentro buscan pruebas del asesinato de Javier Ardines. Rastrean cada rincón del salón, registran los armarios de la cocina y se centran sobre todo en el garaje. Ahí miran en las cajas de herramientas tratando de encontrar el arma del crimen. Un objeto romo, sin filo. Y siguiendo de cerca cada movimiento de los agentes el presunto autor intelectual del asesinato. Todo ocurre a muy pocos metros del lugar en el que vivía Ardines. Del camino en el que murió, según la investigación, por orden de Nieva. Su primo político y el marido de la mujer con la que el concejal mantenía una relación. Tras dos horas y varias cajas llenando el maletero, el detenido sale de casa dejando ver, tan solo, su barba. Y en silencio vuelve al cuartel donde permanece incomunicado y solo.