Según ha publicado CNN México, esta nueva práctica busca ahora ser reconocida como deporte. La dinámica es muy sencilla, consiste en colocar una pelota de tenis en un calcetín amarillo y guardarla en la parte trasera de los pantalones. De esta manera, el jugador se convierte en una snitch y debe correr hasta que lo atrapen.
A pesar de que nadie puede volar, la escoba entre las piernas es obligatoria. Al igual que en la novela, hay tres porterías circulares en cada extremo de la cancha. Los jugadores, tienen que meter el ‘quaffle’ (una pelota de voleibol) en los aros. No faltan tampoco los ‘bludgers’, adapatados en esta versión con pelotas arrojadas a los jugadores rivales. El partido termina cuando se atrapa la snitch.
El cineasta Farzad Sangari, autor del documental Mudblood, recaudó casi 27.000 dólares para realizarlo y explora el resultado de tomar un deporte ficticio y volverlo real.
“Es difícil que te tomen en serio cuando las personas creen que somos un montón de frikis” dice Sebastian Milla, exjugador de quidditch del campus de UCLA, Estados Unidos, y estrella del documental.
“Si alguien lo viera o jugara, se daría cuenta de la cantidad de atletismo y destreza mental que requiere este deporte” ha afirmado Sangari.
Cerca de diez mil aficionados acudieron al último Mundial de Quidditch celebrado. Nueve años después del primer partido oficial, ahora hay un organismo regulador con cinco miembros y dirigidos por Alex Benepe.
Para algunos, que una pelota cuelgue de los pantalones de un jugador que corre por el campus para evitar ser capturado, evita que el quidditch sea tomado en serio.
Milla sostiene que es precisamente eso lo que hace que el quidditch merezca un reconocimiento ya que ofrece algo nuevo.
“Tengo la esperanza de que se vuelva una liga competitiva y que las personas se animen también a practicarlo en el parque. Creo que el deporte necesita ambas cosas para sobrevivir”.