Es habitual (y completamente normal) que, durante las etapas de exámenes u oposiciones, aparezca cierto estrés y nerviosismo: al fin y al cabo, se trata de pruebas en las que podemos jugarnos mucho, como ocurre en el caso de la EBABU y el acceso a la universidad. Si bien cierto estado de alerta puede ser positivo y jugar en nuestro favor si sabemos administrarlo (por ejemplo, empujándonos a ponernos serios y sentarnos a estudiar), en ocasiones se produce el efecto contrario. Por eso es importante dominar ciertas técnicas para mantener la calma y administrar bien tu tiempo. ¿Qué hacer antes, durante y después de un examen?
Cuando nos encontramos en época de exámenes es importante usar bien nuestra energía y administrarla adecuadamente. Los días previos a cada prueba debemos rendir al máximo, así como durante el examen, pero también es importante descansar después para retomar el estudio con la mente despejada. Estas son algunas claves sobre qué hacer antes, durante y después de un examen:
Es importante reservar este día para repasar todo lo aprendido y ponerlo en orden y en perspectiva. También para incidir en aquellos puntos que nos cueste más comprender o memorizar, de forma que los tengamos 'frescos' cuando llegue el momento de utilizarlos durante la prueba.
Además, es aconsejable aislarse un poco para aprovechar el tiempo al máximo: huye de tu móvil y de compañeros nerviosos que te planteen dudas remotas, añadiendo más nervios a tu situación. Si logras llegar superar esta jornada con concentración plena, tus probabilidades de realizar un buen examen aumentarán.
También te ayudará controlar toda la información necesaria sobre el lugar y hora del examen, tipo de prueba, localización... Sobre todo cuando, como ocurre en selectividad, el examen se realiza en un lugar extraño y nuevo para ti. Asegúrate de tener todo en orden para no llegar tarde y contar con todo el material necesario. Acuéstate temprano y descansa al menos 7 u 8 horas.
Elige un desayuno no demasiado pesado pero energético, no abuses del café y utiliza ropa con la que te sientas cómodo y con plena confianza. Acude a la cita con tiempo y con todo el material necesario organizado, ya que ello te ayudará a comenzar con buen pie y a evitar que un pequeño tropezón en la jornada se multiplique y afecte a tu rendimiento durante el examen. También viene bien llevar agua y algo que puedas picar si la prueba va a durar largo tiempo. Por ejemplo, frutos secos, una barrita de cereales... o cualquier opción que te aporte energía.
La actitud es básica: si acudes a tu examen con una mentalidad positiva, todo irá mucho mejor. Visualizar tu éxito y confiar en tus capacidades tiene mucho que ver con tu actuación durante la prueba. Sobre todo, aléjate de los compañeros que puedan aportarte nerviosismo y aprovecha (si crees que te conviene) para refrescar lo que necesites.
Una ve comience la prueba, ten cuidado con las prisas: lee bien los enunciados, haz un esquema antes de contestar y administra bien tu tiempo, comenzando por las respuestas que tengas más controladas. De esta forma, ganarás tiempo y confianza, y podrás ir pensando mientras tanto en aquellas respuestas que no tengas tan claras.
Ante la duda, pregunta a tu profesor y si te quedas sin tiempo para contestar, al menos añade un esquema en las preguntas en blanco para que quede claro que dominas la materia. Lo deseable sería contar con al menos un par de minutos para repasar tu examen ante de entregarlo. También evitar el desorden, los tachones, la mala letra... y, por supuesto, las faltas de ortografía.
A veces después de un examen tenemos la sensación de haberos vaciado por completo y, normalmente, el sobreesfuerzo mental de los últimos días nos deja agotados. Por eso, lo ideal es que uses el resto del día para relajarte y no pensar en nada más. Al fin y al cabo, pase lo que pase, ya no puedes hacer nada para cambiar cualquier error que hayas cometido. Relájate, descansa, haz algo divertido, piensa en otra cosa y deja todo lo demás para la próxima jornada.
Si el resultado no es el que esperabas, no te castigues: es solo un examen y lo mejor que puedes hacer es transformar esa pequeña decepción en un impulso que te ayude a mejorar en el futuro y a reforzar tus puntos débiles. Fíjate en los errores cometidos: son ellos los que te darían la clave para seguir mejorando en todos los aspectos.