Un preso pateó la cabeza a otro hasta dejarle inconsciente este viernes, en un patio de la cárcel malagueña de Archidona. Le desfiguró el rostro. Murió tras ser evacuado en helicóptero a un hospital. Esa misma tarde otro interno apuñaló a un funcionario en el penal de Las Palmas II (Gran Canaria) mientras le espetaba: "¡te voy a matar hijo de puta, de aquí no sales vivo!”.
El trabajador consiguió zafarse pero varios reclusos se amotinaron, armados con pinchos talegueros -pinchos talegueroscomo llaman en el argot a las armas de fabricación casera-. Exigían que les dejasen dejasen salir a la calle. Agredieron a tres funcionarios y dos de ellos continúan de baja. Afortunadamente las lesiones no fueron graves.
Este lunes trabajadores penitenciarios se han concentrado a las puertas de algunos centros y frente a las Delegaciones de Gobierno de distintas provincias para apoyar a sus compañeros y condenar estas agresiones, las últimas de una larga lista en este año de pandemia.
Bajo el lema :"¡El próximo puedes ser tú!" han guardado un minuto de silencio por su compañero no asesinado y han leído distintos manifiestos: "El viernes fue Ángel, quién sabe si el próximo ciclo no serás tú el que tenga un pincho en el cuello o quizás ya has sido afortunado...lo que sí es seguro es que todos los que estamos aquí, hemos tenido la sensación de estar solos en una galería, hemos sentido una mirada desafiante, un golpe repentino, una falta de respeto, una amenaza", comenzaba diciendo Elena Getino, la Portavoz Nacional de la asociación Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM), haciendo alusión al funcionario apuñalado en Canarias.
Sus compañeros también han alzado la voz y han entregado un escrito a la Subdelegada del Gobierno: "Esta escalada de agresiones a los compañeros de los centros penitenciarios por parte de la población reclusa debe obligar a las autoridades competentes a tomar una decisión. Deben evaluar la situación y buscar soluciones ágiles y eficientes", decían los representantes de la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP).
A las tres de la tarde del viernes, un poco después del recuento, Ángel realizaba una revisión rutinaria y se disponía a cerrar la puerta de un taller del módulo 3 de la prisión de Las Palmas II, que alberga a internos conflictivos y multireincidentes.
"El agresor le agarró por sorpresa por la espalda, le agarró por el cuello rodeándole fuertemente con el brazo y le puso un pincho en el cuello. Se lo clavó tres veces con la intención de atravesarle las costillas. Un segundo interno le saltó encima y le retorció el cuello, ocasionándole problemas en las cervicales", relatan sus compañeros.
El trabajador logró escapar corriendo, perseguido por los dos reos hasta llegar a un patio donde había otros dos funcionarios, un hombre y una mujer. Uno de ellos gritaba: "¡Te voy a matar hijo de puta, de aquí no sales vivo!”.
Tres de los reclusos se amotinaron con pinchos en las manos y barras de hierro. Amenazaban con matar a los funcionarios y cortarse el cuello. Exigían que les concedieran permisos para salir a la calle. Tras pedir refuerzos, los funcionarios negociaron con ellos y consiguieron que depusieran su actitud. En total nueve fueron reducidos, esposados y trasladados al módulo de aislamiento, algunos como instigadores.
Uno de los cabecillas había agredido a un trabajador en la prisión del Salto del Negro hace un mes cuando era trasladado al módulo de aislamiento por provocar varios incidentes y acababan de cambiarle de centro.
Los funcionarios ya habían escrito informes alertando de la peligrosidad de estos internos y de que la situación en la que se encuentra el penal de Las Palmas II. A principios de año un médico fue agredido por un recluso del módulo 12, causándole lesiones en las costillas. En febrero otro interno agredió a dos funcionarios, rompiéndole la nariz a uno. En marzo tres reos del departamento de aislamiento han incendiado sus celdas prendiendo llamas a sus colchones. Dos han fallecido y a un tercero consiguieron salvarle in extremis.
Dos horas antes, en el patio de la prisión malagueña de Archidona un interno murió tras recibir una paliza. Era Rafael Moreno Montes, de 39 años y su asesino Javier Francisco Valle Jiménez, un jienense de 36. Los dos tenían un amplio historial delictivo por robos. Habían salido de sus respectivas galerías y se saludaron amistosamente. Solían pasar el tiempo libre juntos.
No se sabe qué desencadeno la ira de Valle Jiménez para que comenzase a propinar puñetazos a su supuesto amigo. Le golpeó la cabeza contra el suelo y le dio varias patadas. Tuvieron que inmovilizarle entre cinco funcionarios.
La víctima fue evacuada en un helicóptero hasta el hospital Carlos Haya, donde falleció a las pocas horas por un traumatismo craneoencefálico severo. El agresor ha ingresado en el departamento de psiquiatría del mismo hospital, donde ahora va a ser sometido a una exploración y está acusado de homicidio.
Funcionarios de prisiones denuncian que así es el día a día dentro de las cárceles. "Nuestra labor no está reconocida, en proporción a la peligrosidad y la responsabilidad de las múltiples y complejas funciones que desempeñamos. Reclusos inadaptados como estos suponen un peligro potencial dentro de las prisiones pero también cuando salgan en libertad", explican estos trabajadores.
Rafael Paniza es el Secretario General de Relaciones Institucionales de APFP, señala: "Nos encontramos solos y desamparados. No vemos mejoras por ningún lado. Están dilatando hasta el extremo la condición de agentes de la autoridad. En prisión hay internos de todo tipo, con perfiles muy distintos. Hay personas que tienen buena conducta y consiguen reinsertarse pero también muchos que solo tratan de cumplir, que continuamente provocan incidentes o altercados. Se mezclan personas con patologías mentales, politoxicómanos y miembros de bandas organizadas muy peligrosos, agresivos y violentos. La falta de medios, de personal o de medidas adecuadas tiene además consecuencias en la sociedad, cuando estos reclusos cumplen sus condenas y regresan a las calles donde continúan delinquiendo".
Denuncian que la mayoría de estas agresiones solo están consideradas faltas administrativas, con mínimas consecuencias para los internos. "En ningún lugar pone que estamos obligados a sufrir agresiones, vejaciones e insultos. Caminamos a ciegas, guiados por el más absoluto desprecio por parte de la gente que debería dirigirnos y protegernos. Que alguien nos explique y explique a la sociedad, ¿porque no somos aún agentes de la autoridad?, ¿cómo es posible que dejen que estemos solos en los módulos con una plantilla escasa y envejecida?, ¿por qué se olvida de que nuestro trabajo debe realizarse con las máximas condiciones de seguridad y la mayor protección jurídica posible?", planteaba Getino.