¿Llevaría usted a sus hijos a un colegio pegado a un prostíbulo? La respuesta, en el caso de los padres de los alumnos del colegio concertado Montealto, de Jerez, viene a ser "¡qué remedio!". Y es que lo que en su día fue un hotel pegado junto al colegio, hace ya muchos años que se transformó en un club de alterne. A un lado del muro que los separa, el club proclama su lema. "La vida son sentidos", dice el rótulo. Al otro, es el colegio el que muestra el suyo. "Educar es amar". Son las nueve de la mañana, y mientras el templo del vicio cierra, el del saber abre las puertas a sus novecientos alumnos.
"Es una situación incomoda para los padres", dice uno de ellos a la puerta del centro. "Hay muchos menores. Los niños te hacen preguntas incomodas y hay veces que ya no sabes como contestar. Los niños van creciendo, y las preguntas son cada vez más difíciles".
"A ver, la actividad del club es por la noche, no por el día" señala un madre. "Pero no es cómodo para las monjas, que son las que están aquí, ni tampoco para los chavales porque cuanto más crecen, más se van dando cuenta de lo que hay. Si no estuviera, pues mejor"
Pero está. Sólo un muro, de mediana altura, separa las clases de los más pequeños, del local. Las ventanas de sus aulas apenas distan tres metros de las del piso superior del club de alterne. Solución, tener las persianas medio bajadas para que no entre el sol, ni visiones inesperadas.
"Mi hijo mayor tiene once años", cuenta otra madre. "Me dice, mamá esto qué es lo que es, y le digo, un hotel. Pero ya no cuela". A su lado, una amiga remacha. "Mi hija mayor, también de once, empieza a preguntar esto qué es, por qué está aquí, y todo lo demás, lo que pasa es que le vamos dando largas".
¿Problemas? Más allá de las respuestas ambiguas de los padres hacia sus hijos, parece que ninguno. La extraña convivencia se prolonga ya más de quince años.
"Se lleva gracias a la santa paciencia de las hermanas y a la resignación de los padres", sentencia Ignacio Martínez, colaborador del AMPA del colegio."Cerrando las ventanas para que los niños no vean ciertos espectáculos, limpiando a primera hora de la mañana los residuos que dejan los clientes...a base de acostumbrarte, terminas cansado antes de quejarte".
Pero ese momento, dicen, parece que ha llegado. Las madres y padres, han hecho una consulta a la Fiscalía de Menores buscando una solución.
"Hemos hecho una consulta para ver si es aplicable la Ley de Seguridad Ciudadana. También le hemos pedido al ayuntamiento que cree una normativa que impida situaciones como esta", explica Iñigo Martínez
Mientras llega, si es que llega, los mayores del colegio, se fuman un cigarrillo a la puerta, ponen cara de saber de que van estas cosas, y muestran comprensión hacia lo que hay al otro lado del muro.
"En algún lado tendrán que estar. Yo me pongo en el lugar de las otras personas que a lo mejor pueden trabajar ahí, que no tienen culpa. Es un trabajo como otro cualquiera", dice uno de los chavales. Su compañero asiente. "Los lunes a primera hora de la mañana si se ve algo de movimiento, pero vamos, es normal, es un negocio, qué vamos a hacer".
Una hermana asoma por la puerta del colegio y se dirige a ellos para saber que hacen fuera. Charlando responden, con una sonrisa pícara. La hermana se aleja molesta. A pocos metros las puertas del saber esperan abiertas la vuelta de los dos alumnos. Un poco más allá, las del Deseo siguen cerradas, esperando a que caiga la noche para abrir hasta el amanecer.