Por fortuna, la comisaría de Parla, en Madrid, tenía las ventanas bien abiertas y los agentes pudieron oir los gritos de auxilio de un padre que corría desesperado empujando el carrito de su bebé: se había atragantado con un regaliz y se ahogaba, literalmente. Los policías actuaron con rapidez y salvaron la vida de la pequeña.
El padre entró corriendo a comisaría. Su hija Sheila de 22 meses no respiraba. "Le pasaba algo y no reaccionaba a estímulos. Tenía los labios amoratados", cuenta Patricia García, la agente de la Policía Nacional que salvó la vida de la menor.
Dentro de la comisaría escucharon los gritos gracias al protocolo anticovid. Patricia, con ayuda de un compañero, sacó a la menor del carrito y le practicó la maniobra de Heimlich. "Cuando la dimos tres o cuatro golpecitos entre los omoplatos, la niña expulsó algo", añade la agente.
Unos segundos eternos hasta que el bebé reaccionó. "Se me ponen los pelos de punta. Es un orgullo de todos nosotros", confiesa la policía. El padre y el hermano de Sheila, de 6 años, se emocionaron al escuchar los llantos de la pequeña.
Los agentes, que le salvaron la vida, la cogieron en brazos y la llevaron dentro "para que no cogiera frío". La familia les ha escrito una carta de agradecimiento, pero no se sienten héroes. Quién sabe si cuándo crezca también Sheila quiera darles las gracias siendo una gran policía como ellos.