Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire es responsable de alrededor de siete millones de muertes al año en el mundo, de las que 2,5 millones corresponden a enfermedades del corazón (25%) y 1,4 millones a ictus (24%). Esto hace que la contaminación ambiental se haya convertido en "uno de los principales retos de salud pública a nivel mundial", ha afirmado Palma.
Asimismo, ha recordado que las partículas en suspensión son los productos contaminantes de mayor impacto medioambiental. De ellas, las más peligrosas son aquellas que miden 2,5 milimicras o menos; el ozono; el monóxido de carbono (CO); el dióxido de nitrógeno (NO2); el dióxido de azufre (SO2) y los compuestos orgánicos volátiles (COV).
"Todas estas sustancias vician el aire, haciéndolo insalubre y peligroso. Su paso a la sangre, a través de la barrera alveolar, favorece el desarrollo de cardiopatía isquémica, insuficiencia cardiaca, arritmias graves que pueden generar en parada cardiocirculatoria, ictus, tromboembolismo pulmonar y sistémico, trombosis venosa profunda y arterioesclerosis acelerada", ha afirmado el vicepresidente de FEC.
Por otro lado, ha señalado que "la enfermedad coronaria y el ictus representan el 80% de todas las muertes debidas a la contaminación ambiental". "La salud cardiovascular y respiratoria de la población será mejor cuantos más bajos sean los niveles de contaminación en el aire", ha concluido.
En el año 2013 se estimó que los costes relacionados con la salud a causa de la contaminación en la Unión Europea oscilaron entre los 300.000 y los 940.000 millones de euros al años. En este contexto ha señalado que un estudio realizado en Vancouver demostraba que la exposición de las embarazadas a la contaminación del tráfico aumenta en torno al 25% el riesgo de que sus hijos padezcan enfermedades.
Junto a ellas, los colectivos más susceptibles a la contaminación del aire son los de bajo estatus socio-económico, edad avanzada, obesidad, diabetes mellitus tipo 2. hipertensión, enfermedad arterial coronaria o fumadores.
Según Palma, el tráfico rodado es "uno de los principales responsables del deterioro de la calidad del aire en las ciudades". De acuerdo con diversos estudios, su contribución oscila entre un 70 y un 80% en la contaminación por partículas en suspensión de menos de 2,5 micras. "Se ha estudiado que los aumentos de PM 2,5 en el aire incrementan el riesgo de morir por cualquier causa y, en especial, de fallecer por enfermedades del aparato circulatorio y cáncer de pulmón", ha expuesto.
Para luchar contra esta "lacra", ha apostado en tomar medidas de planificación urbana que luchen contra la contaminación ambiental. Entre ellas, defiende el diseño óptimo de carriles para bicicletas, promover los coches eléctricos e híbridos, fomentar el transporte público, una nueva nueva legislación para la construcción de edificios, o iniciativas para reducir la emisión de combustible y otros gases tóxicos
Asimismo, también ha incidido en el dieselgate. "Los nuevos diésel emiten, en comparación con los antiguos, un 84% menos de dióxido de nitrógeno y un 90% de PM 2,5", ha señalado. En este sentido, ha añadido que los nuevos catalizadores de reducción selectiva disminuyen en más de un 99% la emisión de estas partículas.
Andrés Alasturey Urós, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha aportado sus propias medidas para mejorar la calidad del aire, que en su opinión pasa por el control del transporte urbano.
Entre sus propuestas, que los planes del aire de las grandes ciudades, como Madrid, se articule a nivel metropolitano y no solo del núcleo central; reducción del número de coches circulando; renovación de la flota de taxis, furgonetas y demás vehículos de transporte; o el rediseño de las ciudades para beneficiar las zonas verdes. Aunque ha aplaudido el uso de las etiquetas medioambientales impulsadas por la Dirección General de Tráfico (DGT), ha apostado por "ir más allá".