El ser humano lleva años buscando la fuente de la eterna juventud. El objetivo primordial de quienes quieren verse bien es conseguir un aspecto saludable, un rostro libre de arrugas y un cutis radiante.
A menudo, cometemos el grave error de invertir tiempo y dinero en tratamientos cosméticos, como jabones y cremas, con los que confiamos en mejorar el estado de nuestra piel. Sin embargo, según un artículo publicado en febrero de 2015 por la Academia Americana de Dermatología, que basaba sus conclusiones en diversos estudios llevados a cabo por expertos de la organización, el secreto para rejuvenecer nuestra piel está en la alimentación.
La nutricosmética defiende que el consumo de ciertos alimentos puede impactar sobre la salud de la piel. Es el mayor órgano de nuestro cuerpo y su aspecto está íntimamente relacionado con todo el metabolismo y funciones de los órganos internos.
Hay que tener en cuenta que la piel es un órgano de eliminación y desecho de toxinas, al igual que el riñón o el intestino. Los tres están relacionados y, para que nuestra tez luzca radiante, todos los órganos tienen que funcionar correctamente. Es un tejido de alta recuperación, que se renueva constantemente y necesita un gran aporte de sustancias.
La carencia o el exceso de algunos nutrientes en nuestro organismo se reflejan en el estado de nuestra dermis, alertándonos de posibles alteraciones. De esta forma, podemos conocer qué errores estamos cometiendo en nuestra dieta analizando ciertas señales que se muestran, de forma más evidente, en nuestro rostro.
Grasas saturadas
Tendemos a consumir un exceso de bollería industrial y alimentos fritos que suponen un aporte calórico a nuestro organismo muy superior al que necesita. Las grasas saturadas debilitan el metabolismo y afectan a nuestro sistema circulatorio. La falta de oxígeno, causada por una mala circulación de la sangre, se muestra en nuestro rostro, dándole a nuestra piel un tono azulado.
Abusar de las carnes rojas
La gran mayoría de los animales que consumimos son criados en granjas y están sometidos a una alimentación cargada de productos químicos que produce que su carne contenga cada vez un porcentaje mayor de grasa saturada. Los productos químicos que se quedan en el tejido animal pasan a nuestro organismo, y esto se traduce en un desequilibrio hormonal que desemboca en acné. Además, la carnitina que encontramos en las carnes rojas endurece los vasos sanguíneos, haciendo que la sangre no llegue con fluidez a la piel, entorpeciendo la regeneración de sus células y produciendo su envejecimiento.
Alimentos picantes
Los aficionados al picante sabrán que el consumo de este tipo de alimentos produce una sensación de quemazón que puede llegar a ruborizarnos, incluso a hacernos sudar. Se trata de un efecto agresivo que rompe pequeños capilares, enrojeciendo nuestra piel.
Embutidos
Son el enemigo de las personas que tienen una piel con tendencia grasa. Su consumo dilata los poros, favoreciendo la aparición de acné y la obesidad.
Falta de hidratación
Para mantener una piel saludable es necesario beber agua suficiente. Cuando esto no se cumple, el organismo prefiere utilizar el líquido que recibe para procesos vitales, favoreciendo la carencia de hidratación en la piel. Una sequedad que favorece las líneas de expresión.
Abuso de la sal
Nuestros riñones solo logran eliminar alrededor de 5 gramos de sal al día, por lo que cualquier consumo por encima de esta cantidad provocaría una acidificación de la sangre con graves consecuencias. Sin embargo, para evitar que esto ocurra, el organismo saca sus reservas de agua, y almacena la sal en los órganos y tejidos del cuerpo, provocando una sensación de hinchazón. En nuestro rostro, podemos detectar este desajuste alimenticio por la aparición de bolsas bajo los ojos, sequedad en la piel, que desembocan en arrugas.
Exceso de alcohol
Los expertos recomiendan beber una copa de vino al día para favorecer la salud cardiovascular, pero si nos pasamos, el efecto es muy negativo. Las bebidas alcohólicas agotan la Vitamina A, perjudicando la regeneración de la piel, reduciendo la producción de colágeno y elastina, y haciendo que nuestra piel pierda luminosidad, hidratación, flexibilidad y espesor. Esto hace más visibles los capilares, con lo que se enrojece el rostro.
Café
Beber más de cuatro tazas de café diarias genera un aumento de los niveles de cortisol (también conocida como la hormona del estrés), acelerando el envejecimiento, la deshidratación y la pérdida de brillo de la piel.
Productos lácteos
Un alto consumo de alimentos derivados de la leche puede favorecer la aparición de acné ya que estos provocan una gran cantidad de hormonas que estimulan la producción de glándulas seborreicas.
Por eso, las recomendaciones de los expertos para llevar una dieta equilibrada que favorezcan la buena salud de nuestra piel se basan en consumir alimentos frescos, recurrir a los vegetales, comer pescados ricos en ácidos grasos, hidratarse correctamente y llevar una alimentación rica en fibra y vitaminas.