Muy pocas propuestas de Ley promovidas por ciudadanos llegan al Congreso. Pero tras once meses de insistencia la agrupación ILP Mar Menor lo ha conseguido. Ya tiene las 639.826 firmas requeridas (cien mil por encima de las necesarias) para que se debata su propuesta de Ley, la que pretende dotar de personalidad jurídica a la albufera murciana.
Aunque hay precedentes como el río Atrato (en Colombia) o el río Whanganui (Australia) en Europa ningún ecosistema goza de ese derecho, de conseguirlo, el Mar Menor sería el primero.
Los promotores de la iniciativa tienen esperanza en lograrlo porque entre los que han firmado la propuesta está el mismo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
En realidad lo que piden no es otra cosa que conseguir que la laguna tenga una carta de derechos que garantice, entre otros, su derecho a vivir. Y así acabar por ejemplo con los vertidos de la agricultura que han provocado una eutrofización (crecimiento desmesurado de algas microscópicas) que no le permiten respirar.
La profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia, Teresa Vicente (59 años, Lorca) cuenta, cuando se le pregunta, que de pequeña vió llegar al despacho laboral de su padre a varias mujeres maltratadas que no podían denunciar lo que les pasaba en los juzgados. En aquella época las mujeres no tenían personalidad jurídica, y por tanto no se las escuchaba.
Una indefensión que entonces le parecía injusta. Como le parece ahora que el mar en el que se bañaba de pequeña se encuentre a merced de decisiones políticas que no acaban de dar sus frutos.
Por eso junto a otros siete compañeros (científicos, juristas y ciudadanos indignados) decidieron llevar a cabo esta medida.
Si la mesa del Congreso debate, y aprueba, su iniciativa ciudadana el Mar Menor se podrá defender.
Y no solo eso, además:
Esto se lograría a través de tres figuras encargadas de vigilar, que estaría formado por:
Este comité no sería el único que podría actuar. Cualquier persona física (o jurídica) estaría legitimada a la defensa del ecosistema a través de una denuncia en el Tribunal correspondiente.
Una acción judicial que se presentaría en nombre de un ecosistema que muchos murcianos sienten como parte de su vida.
"Recuerdo cuando de niña nos bañábamos entre caballitos de mar, era mágico, entonces hacíamos lo que llamábamos baños de asiento, te sentabas porque no te cubría y comías berberechos. Al final salías del agua con la piel arrugada y llena de sal", comenta María Paz Valenciano (Murcia, 1978), una murciana que confiesa apenada que ya ni recuerda los años que hace que ya no se baña entre sus aguas. Y no es la única que ha renunciado a bañarse allí.
La laguna salada más grande de Europa está en un momento crítico donde cada día parece ahogarse un poco más en sus aguas turbias por vertidos de la agricultura intensiva en el área del Campo de Cartagena y la llegada de contaminantes químicos-mineros, de obras y desarrollos urbanísticos. Como consecuencia de todo eso el ecosistema lagunar se ha cubierto de un fitoplancton que no deja entrar luz ni oxígeno.
"Tuve la suerte de veranear en La Manga a principios de los ochenta, y bañarme en lo que entonces era como una piscina cristalina y gigante con un agua calentita en la que podíamos pasar horas y horas toda la familia, pescando cangrejos que luego mis padres se comían. Me apena y me pongo nostálgico al recordarlo, un paraíso echado a perder por el hombre", comenta César Pérez (Murcia, 1971), otro murciano desencantado.
Hace menos de 40 años el Mar Menor era efectivamente un paraíso. Una laguna salada llena de peces, caballitos de mar y pocas olas, las justas para mecer a los barcos y los bañistas.
"He pasado toda mi vida allí. Desde que iba en el barco de vela de mi abuelo con dos meses hasta enseñar a mis hijos a nadar en sus aguas sin peligro. La sal atrapada en mis rizos y en mis labios. Son tantos recuerdos que se me saltan las lágrimas", confiesa Fátima Hernández, (Murcia, 1972).
Con sus 170 km cuadrados de superficie, una longitud de costa de 73 km y una profundidad media de cuatro metros (máxima de siete) el Menor alberga una rica diversidad en especies marinas con características propias, algunas de las cuales están en peligro de extinción.
"Estamos rescatando muchas especies que están en peligro. Nacras, caballitos de mar, agujas. Están en una situación muy mala. Intentamos traerlas al acuario para salvar el máximo número de ejemplares", comenta Emilio Cortés, director técnico del Acuario de la Universidad de Murcia (UMU).
Cortes (Murcia, 1968) es de los que pide que se actúe ya. Aunque él también ha apoyado, y apoya, que se otorgue personalidad jurídica al Mar Menor considera que no se puede perder más tiempo.
"El Mar Menor ha demostrado que tiene una capacidad de respuesta rápida e importante. En el momento que las condiciones son buenas responde, pero esa capacidad de regeneración se va agotando cada vez más. Como ejemplo podemos ver lo que ha pasado con las nacras (un tipo de molusco gigante). Antes de 2016 había aproximadamente un millón ochocientas mil, ahora quedan 1.800. Lógicamente tienen que pasar muchos años hasta volver a al número anterior. Por eso el el objetivo fundamental es actuar cuanto antes para no perder capacidad de respuesta. No podemos enredarnos con los plazos burocráticos ni parches que no sirven para nada".
Por eso insisten en que otorgar personalidad jurídica al Mar Menor no es el fín del camino, es solo otro paso necesario para intentar salvar a un ecosistema agotado que necesita ayuda urgente.