La primavera sigue trayendo noticias alentadoras sobre el coronavirus: una incidencia a la baja, un proceso de vacunación que mantiene su buen ritmo, la reactivación del turismo de la mano de un pasaporte sanitario. En España, pero también en buena parte de Europa, la pandemia parece abocada a un cambio de ciclo. La pregunta es inevitable: ¿cuál será su futuro?
Un artículo del sitio especializado Stat sugería esta semana que había que echar la mirada atrás, a cómo terminaron otras pandemias, para imaginarlo. El siglo XX y el comienzo de este han tenido varias ligadas a enfermedades respiratorias, entre ellas la gripe de 1918 y, más recientemente, la H1N1 en 2009. "La verdad del asunto es que las pandemias siempre terminan", escribe la periodista Helen Branswell. La afirmación resulta evidente, pero muy difícil de asumir cuando un virus arremete y deja miles de muertes a su paso.
La gripe española, que dejó unos 50 millones de muertos en todo el mundo, registró una segunda ola más mortal que la primera a partir de agosto de 1918 y hasta diciembre de ese año. Las dos olas posteriores fueron menos potentes y dieron paso a su desaparición. Menos virulenta, la H1N1 supuso cerca de 20.000 víctimas mortales tras una fase aguda que duró varios meses. La Organización Mundial de la Salud declaró su final en agosto de 2010.
Sin que las vacunas jugaran un papel esencial (en 1918 no había y hace una década millones fueron desechadas al ser innecesarias), las dos pandemias terminaron cuando hubo suficientes personas con inmunidad y el virus evolucionó hacia una forma menos letal. Una suerte de entente cordiale, de tregua, que permitía al patógeno seguir circulando frente a sistemas inmunológicos más fuertes.
"Evolutivamente, los virus tienden a eso", dice Christian Smerdou, del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra. "La mayoría de virus produce enfermedades leves, porque al final lo que quieren es transmitirse, en realidad no les interesa producir síntomas graves. No es que el virus piense, pero la evolución tiende a favorecer variantes más atenuadas que se transmiten bien", agrega.
En rigor, puestos a sobrevivir, los virus pueden resistir durante décadas o incluso siglos. Si la pandemia de 2009 fue provocada por una variante del mismo subtipo de virus de la influenza que causó la gripe de 1918, algunas teorías apuntan a que la historia de los coronavirus podría remontarse hasta muy atrás.
"De los cuatro coronavirus que producen resfriados en humanos que no son graves, hay uno del que se sospecha —aunque no hay una certeza absoluta— que fue responsable de una pandemia a finales del siglo XIX [en 1889], que en su día fue calificada de gripe, que empezó en Rusia y mató a millones de personas", recuerda Smerdou.
"La fecha de esa pandemia —continúa— coincide justo con el salto evolutivo de ese coronavirus de la vaca al humano, o a la secuencia que tiene el virus que circula actualmente. Se especula entonces que el responsable de esa pandemia fue este coronavirus, que con el tiempo se ha ido adaptando y ha permanecido ahora como un coronavirus que produce resfriados leves".
Ante la dificultad que supondrá erradicar completamente el virus, con o sin vacunas, ¿cómo irá sobreviviendo entonces el coronavirus de esta pandemia? La mayor parte de los científicos consultados en una encuesta de la revista Nature en febrero ya señaló que el SARS-CoV-2 terminará siendo endémico.
Las razones que ofrecen son diversas, y suponen un buen insumo para pensar el futuro: una inmunidad que no dure lo suficiente, que las vacunas no lleguen a todo el mundo y que el virus sigue presente entre los animales.
"Podría ser", responde Salvador Macip, médico e investigador de la Universidad de Leicester y la UOC, frente a la hipótesis de un coronavirus endémico. "Habrá que esperar a verlo. El SARS-CoV-2 no va a desaparecer, y es posible que vaya dando brotes. No cambia tan rápidamente como el virus de la gripe, así que quizás no seguirá el mismo patrón, aunque es cierto que los contagios pueden aumentar con el frío", añade el experto.
Además de remitirse a la encuesta de Nature, la neumóloga Olga Mediano plantea dos variables en el mediano plazo: la capacidad de administrar vacunas a nivel global —no solo en el mundo desarrollado— y la aparición de nuevas variantes.
"Podemos estar muy contentos de que ahora la vacunación en España va muy bien y efectivamente va muy bien y probablemente alcancemos los objetivos de conseguir una inmunidad de rebaño", dice Mediano, de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Toráxica (SEPAR).
"Pero si permitimos que ocurra lo que ha ocurrido en India, por ejemplo, y es que en países con menos posibilidades el virus sea capaz de replicarse mucho y de replicarse tanto que dé lugar a variantes y que algunas de esas variantes puedan saltarse en algún momento la eficacia de las vacunas", advierte la experta.
Coincide Macip, que también alerta de que no bastará con lograr altos porcentajes de vacunación en los países desarrollados si la pandemia sigue viva en otros países. "Mientras esto pase, el riesgo de que aparezca una variante resistente a los anticuerpos que las vacunas hayan generado seguirá existiendo, y podríamos perder parte de lo que hemos ganado", dice el experto.
A todo ello, Smerdou suma otra variable: la duración de la inmunidad que ofrecen las vacunas. "El efecto va a perdurar en el plazo de un año como horizonte corto, luego ya no sabemos cuánto va a mantenerse. Puede que dure más de un año, más de dos o más de tres, pero no lo sabemos", dice.
"Es posible que a mediano plazo sea necesaria otra campaña de vacunación masiva. La ventaja que tenemos allí es que se va a reaccionar más rápido", prevé el biólogo, que estima que las vacunas podrán adaptarse también a las nuevas variantes en ese escenario.