El amor entre padres e hijos no tiene límites. Un ejemplo más de ello es el que ha dado Martin Watts. Este hombre de 37 años decidió tatuarse una cicatriz de cirugía cardíaca para que su hijo, que había tenido que operarse, no se sintiera mal al enseñar la suya.
El pasado 23 de mayo el pequeño Joey, que vive junto a su familia en Berveley, tuvo que someterse a una arriesgada operación a corazón abierto de más de ocho horas de duración. El niño había nacido con estenosis aórtica supravalvular. Este defecto cardíaco raro causa el estrechamiento del gran vaso para el cual la sangre del corazón no llega al resto del cuerpo.
Por ello, tuvo que ser operado. Había una posibilidad entre 10 de sobrevivir y en el caso de Joey, todo salió bien. El pequeño no es el único de la familia que lo padece, ya que su hermano también lo sufre. “Me dijeron que ambos podrían fallecer en cualquier momento, que si no intentábamos hacer algo ahora, sería inevitable más adelante”, contó su madre, Leanne Watts a Unilab.
Después de que el pequeño recibiese el alta, su padre decidió tatuarse una cicatriz en el pecho, igual que su hijo. “Es absolutamente fantástico, solo le muestra que no tiene nada que tener y que debe estar orgulloso de lo que ha logrado en la vida. No es fácil que un niño de seis años o cualquier otro se someta a este tipo de cirugía. Cuando Joey vio la cicatriz, solo dijo: ‘¿Es aquí donde me cortaron para arreglar mi corazón?’. Le hemos dicho que debería ser algo de lo que no debería avergonzarse. Todos los guerreros deben estar orgullosos de sus cicatrices”, ha afirmado el padre.