Ángel vivió la peor tragedia que puede ocurrirle a un padre. Ver morir a un hijo. Pero en su caso fue más terrible porque el asesinato del mismo tuvo lugar a manos de la que él creía que era la mujer que le amaba: Ana Julia, la misma que le acompañó en cada minuto de la búsqueda de su pequeño.
Desde el momento de saber la cruda realidad la vida de Ángel se convirtió en una lucha consigo mismo, con su sentimiento de culpa que le llevó en ocasiones a pensar en el suicidio, "no me avergüenza decirlo", y también con la idea de afrontar la vida de otra manera.
Como él mismo dicho, desde el momento en el que la vida se terminó para su pequeño la mejor terapia era enfrentar cómo vivir la suya. Y decidió hacerlo con la mayor dignidad posible. Y en esta meta él ha encontrado un refugio entrenando a un equipo de fútbol muy especial. Se trata de un grupo de 40 personas con discapacidad intelectual de la Unión Deportiva Almería. Gracias a ellos ha logrado seguir adelante mientras reclama justicia para su hijo.
Con ellos confiesa Ángel Cruz a Informativos Telecinco sentirse "a gusto, tranquilo", porque de ellos recibe más de lo que él les da. "Nos duele muchísimo saber que todo ha terminado para él", comentaba Ángel en una rueda de prensa tras cumplirse un año de la desaparición de su pequeño. "Lo que más me duele es que él no sigue creciendo, riendo, jugando con sus amigos… que todo haya terminado para un niño de 8 años porque a una persona le haya dado la gana". Siente Ángel "odio y rabia hacia Ana Julia" porque "lo que ella me ha hecho no se le hace a nadie, me ha devuelto la confianza que yo la daba matando a mi hijo", confesaba.
Gestionar el dolor es en estos casos lo más complejo. Estos niños que juegan en el campo, le abrazan y confían en él han sido toda una terapia, que se ha sumado al apoyo que han recibido de todo un país "desde el minuto uno". Como confesaba la madre de Gabriel, "gestionar el dolor por su ausencia y la frustración de ver su imagen en un sitio, lo que te desgarra porque no hay nada que te cambie más la vida". "Estamos en buenas manos", confesaba Patricia, obligada a mudarse de la vivienda familiar y que aún no ha podido "retomar" su vida profesional, demasiado expuesta.
A Ángel, por el contrario, le viene bien trabajar porque su cabeza "le lleva continuamente a pensar en qué podría haber hecho yo para evitarlo". Su confesión es desgarradora: "Tengo sentimientos de culpabilidad porque si no hubiera tenido una relación con esa mujer, a mi hijo no le hubiera pasado nada y porque no soy capaz de imaginar que alguien que me decía que me quería y en quien confiaba iba a asesinar a mi hijo esa mañana cuando yo me fui a trabajar".
No quieren los padres de Gabriel que el rencor les domine. "Para que la memoria de Gabriel siga, no nos manejemos en el dolor y en la venganza porque ganaría alguien que no merece la pena que se hable más de ella. No nos quedemos hablando de la atrocidad y el horror de una bruja que hay entre un millón cuando han salido miles y miles de 'pescaitos' dando voz a lo bueno. No lo hagamos porque corremos el riesgo de transmitir que eso es lo normal y generar miedos e inseguridad a miles de niños. Es nuestra responsabilidad darle la vuelta y quedarnos con todo lo bueno que ha movido Gabriel". Con estos pequeños a los que entrena ángel algo de Gabriel sigue ahí y ese mensaje destinado a toda una sociedad resultará más fácil para él mismo.