La historia del padre y del hijo está llena de protagonistas. Es difícil saber cuál de los dos tiene el papel principal, depende de cómo queramos contar esta historia, si desde el lado de la superación o desde el de la dedicación.
Juan José Lucero sufre una discapacidad severa que le impide moverse o escribir pero con un cerebro lúcido, ágil e inquieto que convierte esa limitación en algo anecdótico. La silla de ruedas ha sido siempre su principal compañera ya fuese manual o eléctrica. En su familia entendieron desde pronto que sus deseos de ser matemático sería un reto para todos y todos se pusieron a ello. Mirando al pasado, Juanjo recuerda que “desde pequeño siempre tuve claro que me gustaban las matemáticas y que esa sería la carrera que estudiaría”.
Nadie en su familia se opuso pero tampoco nadie le engañó. Su padre no paró jamás de poner a prueba su determinación, “le decía que era una carrera muy difícil, que por sus circunstancias todo lo tendría que hacer oral”, pero “su empeño fue más fuerte”, reconoce con admiración. Recuerda Juan que su hijo se crecía ante estos avisos y les tranquilizaba asegurándoles que “empezaría la carrera y si a mitad de curso veía que no podía, entonces lo dejaría”. Pero como reconoce, “él ya sabía que la empezaría y también que la terminaría”.
Padre e hijo discrepan sobre si el camino estaba jalonado de espinas o de rosas. Para Juanjo, sí que hubo espinas, personas que no tenían claro que pudiera hacerlo “algunos problemas sí que he tenido” algo que su padre no comparte, “jamás hemos escuchado una frase de desánimo de nadie, al revés, siempre le han dicho que él podría lograr lo que se propusiera”. Y aunque parezca extraño también desde las administraciones contaron con esta complicidad: “siempre nos hemos sentido respaldados facilitándonos lo que le pedíamos”.
Sin prisas, Juanjo se tomó un año de descanso tras terminar la carrera de matemáticas. Fue un tiempo para reordenar sus prioridades y tomar impulso para su nuevo reto: “estudiar para hacerme profesor de primaria”. Siempre le gustó enseñar a sus sobrinos y amigos a conocer y jugar con los números y la aritmética y su familia le impulsó también a volver a la facultad para derribar otra barrera más, “después siguiendo el consejo de familiares me animé a estudiar magisterio porque me gustaba explicar las matemáticas”.
Juanjo es consciente de que cada reto superado supone buscar el siguiente y por eso ahora que está a punto de graduarse como maestro piensa ya en el siguiente paso que le convertirá en profesor: “ahora lo que quiero hacer es el máster en secundaria para poder tener la opción de dar clases de matemáticas en ambos ciclos, en primaria y secundaria”.
La única vez que Juanjo usa la palabra “jamás”, es para responder si alguna vez en la vida se sintió embargado por el desánimo, y lo repite: “jamás”, algo que su padre comparte añadiendo: “y nosotros tampoco” en referencia a toda la familia.
Porque la familia es el hilo conductor de esta historia de dedicación. Huérfano de madre desde corta edad, Juanjo tuvo en su padre y en su tía los principales apoyos para derribar barreras. “Sin ellos, la verdad es que no hubiese podido llegar hasta donde lo he hecho” asegura, y añade “si o tienes el apoyo de los tuyos es muy complicado hacer realidad tus sueños, los objetivos que te pones”.
Para Juan, este compromiso con su hijo no tenía límites: “el día a día a día ha sido siempre una dedicación completa a Juan José, desde levantarlo, preparalo para llevarlo a clase y acompañarle hasta la puerta”. Relata sus días en los pasillos de la Facultad, las horas en la cafetería, los paseos por la biblioteca, años errando hasta que un día le invitaron los compañeros de Juanjo a acompañarles en clase.
Así fue como se hizo un hueco entre los estudiantes que aceptaron encantados la propuesta de empresaria encargado de hacer la orla de la promoción de incluir la foto del padre que había hecho posible que su hijo lograse otro sueño más.
Ahora, cuando los estudiantes de Educación del campus del Puerto de Santa María levanten la cabeza para ver la orla de la última promoción verán a Juanjo luciendo toga negra y muceta verde y a su lado la imagen de su padre que aprendió el valor de la entrega y nos enseñó al resto el de la dedicación.
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