La alerta que en 1985 lanzaron los científicos polares Joseph Charles Farman, Brian Gardiner y Jon Shanklin a través de la prestigiosa revista Nature puso sobre la pista de la brutal destrucción de la capa de ozono que nos protegía de los dañinos rayos ultravioletas irradiados por el sol. Concluir que detrás de semejante desaguisado estaba la mano y la ambición humana, solo fue cuestión de tiempo.
Ellos eran duros investigadores de campo y el tema no les era desconocido. Sabían que desde la década de los 70, pruebas norteamericanas para sus aviones supersónicos pusieron de manifiesto las interferencias del cloro de los CFC con la capa de ozono.
Sus descubrimientos constataron el enorme deterioro que estaba sufriendo la ozonosfera. Un debilitamiento superior al 30 por ciento. Pero lo que más les asustó fue el rápido crecimiento de su destrucción.
Su alerta generó una amplia conciencia medioambiental que, años más tarde, se concretó en el Protocolo de Montreal (1987), revisado en varias ocasiones, y responsable de que hoy estemos hablando en térmimos satisfactorios de la recuperación de la capa de ozono.
Hay que tener en cuenta que, a pesar de los acuerdos adoptados en la ciudad canadiense, las concentraciones de sustancias nocivas en la atmósfera siguieron aumentando, ya que pueden sobrevivir en el ambiente por muchos años, alcanzanzando su punto máximo en 1993. Posteriormente se han reducido.
Recuperada en 2050
Esta recuperación es hoy una realidad cuyo horizonte final está puesto para 2050, cuando se espera que la eliminación de las emisiones mundiales de sustancias que destruyen la capa de ozono se haya completado.
Los últimos datos constatan que el agujero de la ozonesfera se redujo aproximadamente cuatro millones de kilómetros cuadrados en 2015, comparado con su tamaño en el año 2000. El dato en sí es positivo pero introduce también un elemento crítico ya que constituiría la primera evidencia de que el debilitamiento de la capa en la Antártida se revierte.
La explicación de este retroceso en la recuperación habría que encontrarla según los científicos en la actividad volcánica. Las nubes producidas tras una erupción (Erebus, Cabulco) --formadas por el azufre volcánico-- se traducen en una pérdida adicional de ozono.
No se puede afirmar que el estado de la capa de ozono no siga siendo muy malo, aseguran científicos del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina en Alemania, pero es muy importante "que reconozcamos que el Protocolo de Montreal está funcionando y tiene un efecto sobre el tamaño del agujero", han afirmado.