Una enfermera jubilada valenciana de 65 años, voluntaria misionera, ha regresado desde Mozambique después de una odisea de seis días de viaje en avión, taxi y autobús tras quedar atrapada en el país africano a causa de la pandemia del coronavirus.
Se trata de Cora Teschendorff Cerezo, quien ha compartido su testimonio sobre su labor en un centro infantil regido por las Hermanas de la Obra Misionera de Jesús y María y su eterno trayecto tras varias cancelaciones de vuelos y problemas en la frontera, ha detallado el Arzobispado de Valencia en un comunicado.
"Soy una enamorada de África, vivo en Valencia, pero cada cierto tiempo necesito volver a África. Me cautivan sus paisajes y ambientes, y sobre todo su gente, cercanos y cálidos ajenos a cualquier pensamiento malicioso", ha declarado. Para la voluntaria, todas las misiones en las que ha participado como enfermera "han sido experiencias entrañables e irrepetibles". "Esa sensación de felicidad y plenitud que se siente en una misión no la proporcionan todos los lujos que nos rodean en nuestra vida cotidiana", ha relatado.
Tras participar en una reunión de la Delegación de Misiones del Arzobispado y conocer el programa educativo y sanitario de las Hermanas de la Obra Misionera de Jesús y María en Nacala, al norte de Mozambique, decidió viajar allí para colaborar. En ese lugar, las religiosas se ocupan de un centro de apoyo materno-infantil para niños desnutridos y desarrollan acciones de promoción de la mujer, catequesis y apostolado misionero.
En Nacala, Cora convivió con cuatro religiosas y su labor consistió en atender a todos los pacientes que acuden para obtener algún remedio a males y enfermedades consecuencia de la insalubridad, así como la sífilis y la desnutrición que se ceba en los más pequeños. A la consulta llegaban bebés de nueve meses que pesaban cuatro kilos.
"Las Hermanas hacen frente a ello acogiendo a estos bebés desnutridos en la guardería creada al efecto, donde las mujeres que no pueden alimentar a sus hijos los traen para que sean atendidos por la Obra Misionera", ha explicado, al tiempo que ha defendido que "es digno de alabanza tanta humildad, devoción y entrega hacia los demás por parte de las hermanas misioneras, y difícil de explicar todo su alcance en unas líneas".
Respecto a la pandemia de COVID-19, ha asegurado que al principio no era consciente de su trascendencia y pensaba que se trataba de una gripe más virulenta de lo normal. "Comencé a darle importancia al recibir noticias alarmantes de mi familia sobre la situación que se estaba viviendo en Valencia y la magnitud que ésta estaba alcanzando", ha relatado.
Tras anunciar el Gobierno mozambiqueño la restricción de vuelos y el cierre de fronteras ante los contagiados diagnosticados en los países vecinos, Cora consiguió un billete para el 20 de marzo y, después de la cancelación inicial, finalmente pudo viajar desde Nacala hasta Maputo. Desde allí consiguió otro avión rumbo a Lisboa.
Llegó a la capital portuguesa el 23 de marzo y su avión con destino a Valencia fue cancelado pero consiguió una habitación en uno de los pocos hoteles abiertos en la ciudad. "La única alternativa era volar a Bruselas y desde allí a Madrid, pero el vuelo también fue suspendido y la alteración de horarios hacía que perdiera la conexión con Madrid", ha apuntado.
Finalmente, con un taxi consiguió llegar hasta la frontera con Badajoz, que no pudo pasar por el control fronterizo, y tuvo que esperar allí hasta que acudió otro taxi. Ya en territorio español, consiguió un billete para un autobús a Madrid y desde la capital viajó sin ningún otro pasajero hasta su casa en Valencia, a la que llegó el día 26 de marzo por la noche.