José vive en el tercer piso del Paseo de los Melancólicos 65, en el corazón de Madrid. Hasta este verano la terraza de su salón tenía unas vistas privilegiadas: justo enfrente del estadio Vicente Calderón. Hoy la imagen es muy distinta. Cuando abre las cortinas da la sensación de estar en una zona catastrófica, sólo se ven ruinas.
Salimos al balcón; tiene un muro color crema. "Mirándolo así, despacio, ahora el terreno parece más grande que antes y eso que estaban las gradas y el césped", dice señalando. Detrás de una valla metálica con algunas pintadas se ven las excavadoras trabajando entre montañas de arena y escombros. Sólo una grada permanece aún en pie, derruida.
Entre cemento y hormigón no queda ni rastro de los asientos blancos y rojos que coloreaban esta tribuna. Sobrevive porque se sustenta sobre las columnas que forman un túnel en la carretera de circunvalación M-30, aunque tiene los días contados. Antes de fin de año será demolida y la circulación será desviada: los coches circularán por cinco nuevos carriles que discurrirán por lo que antes era el centro del campo. Los márgenes ya pueden intuirse, marcados sobre la tierra.
Josefa Bueno tiene 95 años. Es vecina de José. Va a la compra acompañada por una asistenta dominicana. Es un día frío y gris. "Cada vez es más difícil andar por aquí. Tenemos todo en obras. Nos van a dejar encerrados". Su salón también se asoma a las obras del Vicente Calderón.
Esta anciana recuerda a su difunto marido: "No era futbolero pero sí nos gustaba cuando había partidos. Había mucha animación". Comienza a llover y continuamos la conversación dentro del portal. Otra vecina baja y se cruza con nosotras. Se une a la charla: "Menos mal que ya llega el frío y cerramos las ventanas. ¡Porque hay que ver qué veranito hemos pasado!. Mucho polvo y mucho ruido y encima ahora ¡mira cómo está la calle. Si tiene que venir una ambulancia no puede pasar por ahí. Yo prefería lo de antes. Se ha quedado el barrio muerto!. Antes los fines de semana que había partido había mucha gente aquí. Ahora no tenemos nada", lamenta.
Esta vecina vive en otra escalera. Sus ventanas se encuentran en la parte trasera del edificio."Mi casa da donde la Mahou, una fábrica de cervezas que tiraron en 2001. Pero tengo un patio, un edificio y una calle por delante y no se nota tanto como aquí. Hace mucho había un colegio de monjas y una fábrica de puertas. Yo llevo menos que Josefa en el barrio pero ya 40 años aquí, ¡que se dice pronto...!".
Marilyn vive en el siguiente bloque, el número 67. Sus ventanas también dan a las obras de la Mahou. "Empezaron todo al mismo tiempo pero ¿y qué hacemos? nada más que resignarnos. Yo prefiero el Calderón aunque soy del Real Madrid. Antes esto tenía mucho ambiente, había días con un mogollón tremendo. Ahora está abandonado", asegura.
Las obras van con retraso. El resultado final será una prolongación del parque Madrid Río, nuevos edificios de pisos y locales comerciales. A los lados de lo que antes era el estadio también hay bloques residenciales, que han sido edificados en los últimos veinte años. Los vecinos son más jóvenes. No recuerdan el antes del Vicente Calderón. Pero sus torres son más altas y las vistas espectaculares: una zona cero en reconstrucción.
Lo que parece no cambiar es la parte destinada al aparcamiento de autocares. Roberto Fernández es chófer. Espera sentado en un autobús negro de clase VIP. "Yo nací en Embajadores. Venía con mi hermano caminando desde Acacias hasta aquí para ver el fútbol desde pequeño. Soy socio del Atlético de Madrid de toda la vida. Nos han echado de aquí y es lo que hay", dice Roberto. Espera a los miembros de la Directiva del Leverkusen que se encuentran alojados en un hotel a pocos metros. "Voy a llevarles al Wanda Metropolitano para jugar contra el Atlético a las siete de la tarde". Orgulloso nos cuenta que ha llevado entre otros a Xabi y a Piqué.
Durante 50 años este estadio fue el escenario de miles de partidos: Selección Española, finales de Copa y encuentros internacionales. Vicente Calderón era el presidente cuando se proyectó la obra y puso su nombre a este campo, que supuso una gran remodelación urbanística en la zona.
Josefa recuerda perfectamente aquellos tiempos. "Yo llevo 65 años viviendo en este piso. Cuando vinimos sólo estaban los cimientos. Lo hemos visto subir y ahora lo hemos visto bajar". Una frase muy parecida a la que emplea Roberto: "Esto lo vi yo cuando lo estaban haciendo y lo estoy viendo cuando lo están tirando. Si mi memoria no falla era 1962. Detrás era todo campo y veníamos a la verbena. Nos han echado por política. Jesús Gil quería cerrarlo todo y Gallardón no se lo permitió. Sin embargo luego dejaron hacerlo en el Bernabeú y montar cuatro torres enormes en el Paseo de la Castellana. Esto lo suyo sería haberlo dejado para conciertos y para eventos, aunque el Wanda es otra historia, una maravilla", cuenta Roberto.
Marilyn también lamenta las pérdidas de hosteleros y comerciantes."Los comercios de las calles Alejandro Dumas, Pontones y los bares, han perdido mucho. Irán a hacer edificios y todo eso pero ¡del dicho al hecho hay un buen trecho!, ¿y mientras tanto, qué? Además hay tres mil niños que vienen por aquí al colegio y deben caminar por estas aceras, fíjate."
El final de estas obras todavía está por determinar. Se espera que estén terminadas el próximo mes de marzo. El Atlético de Madrid vendió los terrenos que aún ocupa su antiguo estadio Vicente Calderón a Azora y CBRE, por cien millones de euros. Estas dos promotoras destinarán los terrenos a levantar dos torres, de trece plantas cada una, que albergarán un total de 340 viviendas de lujo. De momento estas Navidades los familiares que vengan de visita lo van a tener complicado porque en este terreno hay que construir la carretera, soterrarla, dejar paso a un pasillo verde fuera de contaminación y crear un nuevo barrio, en el que no faltará un guiño al estadio Vicente Calderón.