Nuevo caso de síndrome de Noé, el trastorno psíquico que lleva a la acumulación masiva de animales
Sienten la necesidad de conseguir más animales, aunque reconozcan que les causa problemas
Este trastorno fue descrito por primera vez en 1981 en Estados Unidos
El caso más extremo es el de una persona que acumulaba 500 animales en su casa
El ayuntamiento de Barcelona ha decomisado 37 gatos y un conejo en una vivienda del barrio del Raval . ¿Qué lleva a alguien a acumular decenas de animales en su casa? La persona que acumulaba los animales en el Raval sufre el síndrome de Noé, nombre coloquial que recibe el trastorno de acumulación de animales, un tipo de patología relacionada con el síndrome de Diógenes.
El síndrome de Noé es un comportamiento de acumulación compulsiva que no se ha asociado a ningún trastorno psiquiátrico específico y que puede estar relacionado con desórdenes obsesivos-compulsivos, con situaciones de adicción, delirio focal o incluso demencia porque los acaparadores tienden a no mostrar comprensión o empatía en relación con las malas condiciones en las que se mantienen a los animales.
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Comportamiento adictivo
El acaparamiento de animales puede ser comparado con el comportamiento adictivo relacionado con el juego y el compulsivo vinculado a las compras, en las que el control de los impulsos se ve afectado. En la mayoría de las ocasiones, los acumuladores sienten la necesidad de conseguir más animales, aunque puedan reconocer que esta situación les causará problemas económicos, emocionales y físicos, pero simplemente son incapaces de controlarse a sí mismos.
El síndrome de Noé fue descrito por primera vez en 1981, cuando Dooly Worth y Alan Beck investigaron en New York a 31 individuos que poseían una cantidad anormal de animales. Estas personas tenían, aproximadamente, 34 gatos y 23 perros por casa. La mayoría de ellos eran de clase socioeconómica baja y vivían con los animales en condiciones insalubres.
El acaparamiento fue el resultado de la incesante recolección de animales y la imparable reproducción, además de la incapacidad del individuo para donar animales. Se cree que este síndrome afecta, en mayor o menor medida, a alrededor del 1,5% de las personas de todo el mundo.
En diciembre de 2017, la revista Psychiatry Research abordó el caso en Brasil de 33 individuos de ambos sexos que llegaron a acumular un número total de 1.357 animales, que englobaban 915 perros, 382 gatos y 50 patos. Algunas de las personas que participaron en el estudio mantenía en su vivienda a más de 100 animales.
Una persona acogía a 500 animales en su casa
En los Estados Unidos, cada año se detectan entre 900 y 2.000 casos de síndrome de Noé, lo que supone la acumulación de unos 250.000 animales. Precisamente, el caso documentado más extremo de síndrome de Noé fue localizado en una vivienda estadounidense donde la persona propietaria acogía a cerca de 550 animales.
El primer informe sobre acaparamiento de animales en España fue publicado en el año 2014 por científicos del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona. Recogía datos obtenidos como resultado de la intervención legal de una sociedad humanitaria española durante el período de 2002 a 2011.
Los acaparadores se caracterizaban por ser hombres y mujeres ancianos, socialmente aislados y que tendían a acaparar una sola especie.
El informe analizó los casos de 27 personas que acumularon un total de 1.218 perros y gatos. Los acaparadores se caracterizaban por ser hombres y mujeres ancianos, socialmente aislados y que tendían a acaparar una sola especie (perro o gato). La mayoría de los casos presentaron un curso crónico de más de cinco años de acaparamiento de animales.
El número medio de animales por caso fue de 50, en su mayoría perros. En el 75% de los casos, los animales mostraron indicios de mala condición física y malestar, incluidas la presencia de heridas y enfermedades parasitarias e infecciosas. En uno de los casos, 67 perros malvivían hacinados en una vivienda de 70 metros cuadrados.
No sólo mental, también problema de salud pública
El síndrome de Noé, además de un problema de salud mental, es una preocupación de salud pública porque el acaparador no proporciona a los animales comida, agua, saneamiento y atención veterinaria adecuados. La consecuencia es que estas acciones suelen infligir en los animales un estado de desnutrición, traumas psíquicos, enfermedades contagiosas, problemas digestivos y comportamientos agresivos e impredecibles.
Las consecuencias del síndrome de Noé también son perjudiciales para quien lo padece porque suele vivir en condiciones insalubres debido a la acumulación excesiva en la vivienda de una cantidad extraordinaria de material fecal proveniente de los animales, lo que puede originar gran diversidad de enfermedades en los humanos, tanto en el acumulador como en los vecinos.
Rabia y sarna
No podemos obviar que muchas de las enfermedades que pueden sufrir los animales también pueden ser trasmitidas al acumulador, siendo la rabia uno de los ejemplos típicos para el caso de los perros y de los gatos, pero pudiendo aparecer otros habituales como la sarna, la anquilostomiasis, etc.
También puede ocurrir que si la persona que sufre el síndrome de Noé vive con individuos dependientes como son niños, personas con discapacidades físicas o mentales o incluso ancianos, no pueda cumplir con sus obligaciones y se den situaciones de alta negligencia que afecten al resto de convivientes.
En España, no existe una regla marco que regule la propiedad de los animales; comunidades autónomas y ayuntamientos fijan los límites.
La acumulación desmesurada y desorganizada de animales en un mismo lugar que no esté condicionado para que todos los individuos tengan un espacio mínimo en el que moverse cómodamente o cumplir con sus necesidades básicas y necesidades recreativas suele conllevar problemas de higiene, falta de ventilación, comida mezclada con heces, bajada de defensas, propagación de enfermedades infecto-contagiosas, peleas, estrés e incluso la muerte.
En España, no existe una regla marco que regule la propiedad de los animales y es la normativa de las Comunidades Autónomas, así como las ordenanzas municipales, las que tienden a establecer límites y medidas sobre cuál es el número de animales domésticos que pueden habitar en una vivienda sin que la salud pública y la seguridad ciudadana se vean comprometidas.